"Sabe el cielo que nunca debemos avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son la lluvia que limpia el polvo cegador de la tierra que cubre nuestros endurecidos corazones. Me sentí mejor después de haber llorado, más apenado, más consciente de mi ingratitud, más afectuoso".
Charles Dickens. Grandes Esperanzas.
Estoy seguro de que ya casi no os acordábais de que el club de lectura más sufridor de la historia seguía en marcha explorando nuevos horizontes literarios.
Propusimos leernos una de las grandes obras de Dickens durante el verano. Como sabeis Dickens estuvo a punto de llegar al club hace un par de años, pero
un partido del Atleti y la mala cabeza de Juanjo hicieron que en lugar de Dickens nos leyéramos la casa de la alegría de Edith Wharton.
No podiamos permitir que Dickens se quedara calentando en la banda esperando un nuevo sorteo o carambola futbolística para que volviera a entrar en el campo.
Hemos elegido uno de sus libros más famosos, Grandes Esperanzas, y creo que hemos acertado. A mí, por lo menos, me ha encantado. La gran característica de Dickens es que te mete dentro de la historia de una manera muy sencilla y pone en marcha tu imaginación de manera que te hace sufrir, reir y sentir con los protagonistas como si estuvieras ahí. Con descripciones bastante simples hace que nos imaginemos la herrería, la casa de la señorita Havisham o las habitaciones de Londres de Pip. Como muestra un botón:
"Mirando fijamente al señor Wemmick, mientras andábamos, para ver qué tal era a la luz del día, vi que era un hombre enjuto, más bien bajo, con un rostro cuadrado e impasible que parecía imperfectamente esculpido con un cincel mellado. Había en él algunas señales que podían haber sido hoyuelos, si el material hubiera sido más blando y la herramienta más fina, pero que en su actual estado no pasaban de ser simples mellas. El cincel había hecho tres o cuatro tentativas para embellecer su nariz, pero las había abandonado sin hacer un esfuerzo para pulirlas. Le supuse soltero, juzgando por lo arrugado de su ropa blanca, y parecía haber experimentado un gran número de pérdidas familiares, porque llevaba por lo menos cuatro anillos de luto, además de un broche que representaba una dama y un sauce llorón junto a una tumba con una urna encima. Tenía unos ojos brillantes –pequeños, sagaces y negros– y unos labios finos, anchos y moteados. Hacía que los tenía, a mi parecer, de cuarenta a cincuenta años".
Por contar un poco de qué va os diré que trata de la infancia y juventud de Pip, un chico huérfano criado a fuerza de mano por su hermana. Esta historia está, como todas las de Dickens, cargada de giros inesperados, de buenos, de malos, de malos que parecen buenos y de buenos que parecen malos.
Tengo que comentar que a pesar de haberme gustado mucho, sigo siendo de David Copperfield que me parece más redonda que esta. Sobre todo en la parte final en la que todos los cabos quedan mucho mejor atados que en esta. O a lo mejor es que quedan atados como a mí me gusta, que también algo de eso puede haber.
En resumen, es un libro muy bueno de un autor muy bueno que consigue que te metas en el libro y vivas las aventuras de los personajes. Dadle un tiento a Dickens si no lo habéis hecho, no os arrepentiréis.