"Púsose el sol; mas no, que no se puso;
¡oh qué pronto que he dado en el abuso!
Dime, inventor de frase tan maldita,
¿Cómo se pone el sol, cuando se quita?"
Antonio de Solís, referido en el libro.
"En el maravillosamente hermoso mes de mayo, como en cualquier luminosa mañana de verano o atrapados por el frío y la lluvia que nos acecha en febrero, siempre está la lengua a nuestra disposición. Podemos maltratarla o llenarla, por el contrario, de todos nuestros cuidados y lograr así que suene lo mejor posible; podemos emplearla con desinterés y desgana o buscar ser creativos con ella, y hasta hacernos cómplices suyos. Todo se justifica, menos el silencio a que nos llevan las críticas desmesuradas que se nos hacen cada vez que nos equivocamos".
José Antonio Pascual. No es lo mismo ostentoso que ostentóreo.
Me he leído este libro de José Antonio Pascual sobre el uso del idioma. Está bastante bien, aunque hay que avisar que a pesar de que el autor lo presenta como un libro de divulgación, hay veces que se hace un poco oscuro. Sobre todo al principio. Me pasó un poco como cuando ves una película argentina o mexicana, que hasta que pasan 10 minutos te parece que están hablando en otro idioma. No pillaba el ritmo ni entendía de qué me estaba hablando. Afortunadamente eso pasa y queda un libro en el que se nos muestra un poco el proceso por el que se forman las palabras, su historia, y por qué hablamos como hablamos.
Yo, a José Antonio Pascual lo veía en la tele junto a José Manuel Blecua en un programa que había que se llamaba "Al Habla" que era una cita semanal que teníamos en mi casa con la televisión. No he encontrado ningún vídeo, pero sí de un concurso que se llamaba "Hablando claro" que también veíamos. O a lo mejor es que yo los confundo en la cabeza...
Además fue profesor de mi hermano en Salamanca y mi hemano hablaba bastante bien de él.
A mí siempre me ha gustado la lengua, la gramática y los diccionarios. Seguramente mucho más que la ingeniería, así que así estamos: con la ingeniería me gano la vida y con la literatura y la lengua me divierto y solazo.
En este libro el autor quita dramatismo a los errores que podamos cometer y nos anima a arriesgarnos en el uso del idioma, aunque nos equivoquemos. El dicho de que quien tiene boca, se equvoca es totalmente cierto y no hay quién esté libre de error, ni siquiera los escritores o académicos como muestra en el libro. Además, nuestro idioma, igual que todos, se está creando contínuamente y gracias a los errores es lo que es. Eso no quiere decir que haya que hablar mal, sino que intentemos utilizar los recursos que tenemos a nuestra disposición. Sin ejercicio no hay perfeccionamiento. En la lengua y en la vida. Eso es así y es así. Así dice que "no debiéramos tomar la lengua como si se tratara de un terreno minado de trampas para que caigan en ellas los hablantes, sino como algo que estos han ido creando aplicándole toda la fuerza de su imaginación, bien pertrechados por su manejo de las metáforas. No hemos de vernos por tanto más coaccionados por las constricciones de los usos heredados que dispuestos a poner todo nuestro empeño en aprovecharlos, y en ampliarlos también. [...] Como ocurre con muchos otros ámbitos de la vida, nuestro hablar se desarrolla con la práctica; en este caso hablando, escribiendo y leyendo, leyendo, leyendo. Pero además hemos de estar dispuestos a confundirnos, igual que cuando aprendemos a conducir un vehículo o a ejercitarnos en un deporte".
A lo largo del libro nos muestra la vida de las palabras que ha elegido, como fueron cambiando, como se crean nuevas palabras a través de los prefijos y sufijos, como aparecen y desaparecen y como de poco sirve oponerse a lo que la gente ha decidido que es el uso de esa palabra.
Esa lengua que utilizamos la describe de la siguiente manera: "La lengua puede contemplarse como un mapa o como una casa en la que aparecieran muebles y objetos de diferentes épocas, adquiridos a lo largo de muchos años por familias de muy distinta mentalidad, restaurados unos, arrinconados otros en el desván... La forma como están distribuidas todas estas cosas puede parecer absurda, pero existe una explicación para cada una de ellas que puede animarnos, si la conocemos, a no reírnos de las fotos de los bisabuelos y a no desprendernos de ellas ni de unos cuadros que compraron nuestros abuelos, y a no vender la biblioteca de un tío nuestro, heredada por nuestros padres".
Otro párrafo para terminar:
"En nuestras manos está no solo llenar el diccionario con palabras corrientes, dotándolas de los sentidos con que realmente se emplean, sino hacer corrientes tantas otras que no lo son, solo por nuestra incuria. Para ello tenemos un apoyo en el diccionario, pero solo si lo tomamos como un complemento de la lectura y el diálogo; solo si no hemos perdido el gusto por tratar de hablar bien y nos empeñamos en leer, leer, leer".
Eso es lo que yo recomiendo: leer, leer, leer. También os recomiendo que os leáis este libro si os gusta saber más de nuestra manera de decir las cosas y de donde viene. Aquí se explica, por ejemplo, que bomba y bombardear no tienen el mismo orígen, aunque pudiera parecer que sí. Muy interesante.
A mí siempre me ha gustado la lengua, la gramática y los diccionarios. Seguramente mucho más que la ingeniería, así que así estamos: con la ingeniería me gano la vida y con la literatura y la lengua me divierto y solazo.
En este libro el autor quita dramatismo a los errores que podamos cometer y nos anima a arriesgarnos en el uso del idioma, aunque nos equivoquemos. El dicho de que quien tiene boca, se equvoca es totalmente cierto y no hay quién esté libre de error, ni siquiera los escritores o académicos como muestra en el libro. Además, nuestro idioma, igual que todos, se está creando contínuamente y gracias a los errores es lo que es. Eso no quiere decir que haya que hablar mal, sino que intentemos utilizar los recursos que tenemos a nuestra disposición. Sin ejercicio no hay perfeccionamiento. En la lengua y en la vida. Eso es así y es así. Así dice que "no debiéramos tomar la lengua como si se tratara de un terreno minado de trampas para que caigan en ellas los hablantes, sino como algo que estos han ido creando aplicándole toda la fuerza de su imaginación, bien pertrechados por su manejo de las metáforas. No hemos de vernos por tanto más coaccionados por las constricciones de los usos heredados que dispuestos a poner todo nuestro empeño en aprovecharlos, y en ampliarlos también. [...] Como ocurre con muchos otros ámbitos de la vida, nuestro hablar se desarrolla con la práctica; en este caso hablando, escribiendo y leyendo, leyendo, leyendo. Pero además hemos de estar dispuestos a confundirnos, igual que cuando aprendemos a conducir un vehículo o a ejercitarnos en un deporte".
A lo largo del libro nos muestra la vida de las palabras que ha elegido, como fueron cambiando, como se crean nuevas palabras a través de los prefijos y sufijos, como aparecen y desaparecen y como de poco sirve oponerse a lo que la gente ha decidido que es el uso de esa palabra.
Esa lengua que utilizamos la describe de la siguiente manera: "La lengua puede contemplarse como un mapa o como una casa en la que aparecieran muebles y objetos de diferentes épocas, adquiridos a lo largo de muchos años por familias de muy distinta mentalidad, restaurados unos, arrinconados otros en el desván... La forma como están distribuidas todas estas cosas puede parecer absurda, pero existe una explicación para cada una de ellas que puede animarnos, si la conocemos, a no reírnos de las fotos de los bisabuelos y a no desprendernos de ellas ni de unos cuadros que compraron nuestros abuelos, y a no vender la biblioteca de un tío nuestro, heredada por nuestros padres".
Otro párrafo para terminar:
"En nuestras manos está no solo llenar el diccionario con palabras corrientes, dotándolas de los sentidos con que realmente se emplean, sino hacer corrientes tantas otras que no lo son, solo por nuestra incuria. Para ello tenemos un apoyo en el diccionario, pero solo si lo tomamos como un complemento de la lectura y el diálogo; solo si no hemos perdido el gusto por tratar de hablar bien y nos empeñamos en leer, leer, leer".
Eso es lo que yo recomiendo: leer, leer, leer. También os recomiendo que os leáis este libro si os gusta saber más de nuestra manera de decir las cosas y de donde viene. Aquí se explica, por ejemplo, que bomba y bombardear no tienen el mismo orígen, aunque pudiera parecer que sí. Muy interesante.