De la libertad

"A la larga, el valor de un Estado es el de los individuos que lo componen; y si pospone los intereses de expansión y elevación intelectual de sus individuos, que sólo se obtiene por la práctica, porque prefiere una pequeña habilidad administrativa o su apariencia, entonces es un Estado que impide el crecimiento de sus personas para hacerlas instrumentos más dóciles en sus manos, aunque sea con fines benéficos, y descubrirá que con personas pequeñas no se puede alcanzar nada grande, y que la perfección de la máquina, por la que sacrificó todo, al final no valdrá para nada por falta del poder vital que prefirió quitarle para que trabajara con mayor fluidez".
John Stuart Mill, de la libertad.

Pues ya me he terminado de leer este libro de John Stuart Mill. Este libro lo compré en la librería de culturetas a la que fui con Bichejo y que ella contó así de bien. Como Novio no me chantajeó para que no comprara allí, pues caí en la tentación y compré un libro poco gafapastil como recuerdo de la experiencia. Es muy cortito, pero es muy denso. De las 158 páginas he doblado esquinitas en más de 30 y en otras muchas no lo he hecho porque me parecía someter a torura al libro.¡ Que uno no puede cambiar de un día para otro!

Tengo pensado hacer un segundo post relacionado con este libro y con un tema que dejé en el tintero cuando hablé de La Tabla Rasa. Pero vayamos por partes.

Este es un libro que es un clásico de la teoría de la libertad y hasta donde debería llegar el Estado (o la sociedad) para limitar la libertad del individuo. Parte del principio de que el hombre es libre para todo lo que le afecte únicamente a él. Así advierte:

"Pero, además, las personas reflexivas percibieron que, cuando la sociedad es el tirano -la sociedad colectivamente, más allá de los individuos aislados que la componen- sus medios de tiranizar no se limitan a los actos que puede llevar a cabo mediante sus funcionarios políticos. La sociedad puede ejecutar, y lo hace, sus propios mandatos; y si dicta mandatos errados en lugar de razonables, o mandatos que se entrometen en cosas en las que no debería mezclarse , lleva a la práctica una tiranía social  más formidable que muchas clases de opresión política, porque, si bien no se apoya en sanciones tan excesivas, deja muchas menos vías de escape, penetra mucho más en los pormenores de la vida y llega a esclavizar incluso el alma".

Ve claramente las dos fuerzas en conflicto. La del individuo que no quiere que los demás se metan en su vida y la de la sociedad que quiere meterse en todas partes. Ante esta dicotomía, él opta por la libertad del individuo como bien que debe ser preservado en casi todos los casos. " No hay, en efecto, ningún principio reconocido por el que la mayor o menor oportunidad de la intervención gubernamental sea habitualmente juzgada. La gente decide conforme a sus preferencias personales. Algunos, allá donde ven algún bien por hacer o algún mal por remediar, incitarían al gobierno a hacerse cargo de la tarea; otros ,en cambio, preferirían soportar casi cualquier clase de mal social antes que aumentar, ni siquiera en uno, el número de sectores de actividad humana susceptibles de control gubernamental".

El libro, depués de la introducción, habla de la libertad de pensamiento y de discusión, de la individualidad como uno de los elementos del bienestar, de los límites a la autoridad de la sociedad sobre el individuo y aplicaciones de esos principios.

El capítulo más largo es el de la libertad de pensamiento y discusión. Está principalmente centrado en el tema de la religión. Su planteamiento (que comparto) es que las ideas se hacen fuertes y el progreso se consigue confrontando ideas y sin prohibir ninguna opinión que las desafíe. Como dice muy sabiamente, lo más habitual es que todas nuestras ideas tengan algo de verdad, pero no toda; por lo que solo mediante la discusión y confrontación se pueden enriquecer esas verdades. Sus cuatro razones para defender la libertad de opinión son:

"Primero, porque hasta donde podemos conocer con certeza, cualquier opinión silenciada podría ser verdadera. Negarlo es arrogarnos infalibilidad.
Segundo, aunque la opinión silenciada sea un error, puede contener una parte de verdad, y así sucede de manera muy usual. Y, como la opinión general o prevaleciente en cualquier cuestión rara vez, o nunca, es toda la verdad, sólo mediante la colisión entre opiniones encontradas hay alguna probabilidad de que el resto de la verdad salga a la luz.
Tercero, incluso si la opinión establecida fuera no sólo verdadera, sino la verdad entera, será sostenida por la mayor parte de quienes la profesan como un prejuicio, con escasa comprensión y sentimiento de sus bases racionales, a no ser que se permita y, en efecto, se lleve a cabo un debate fuerte y serio. Y no sólo eso, sino que, en cuarto lugar, el propio significado de la doctrina estará en riesgo de perderse, o debilitarse, y se le privará de su efecto sobre la vitalidad y el carácter: el dogma se convertirá en una mera profesión, incapaz de ningún bien".

También es consciente de la diferencia de fuerzas cuando se atacaa una opinión preponderante: "En general, las opiniones contrarias a las comúnmente establecidas sólo pueden hacerse oír con una estudiada moderación del lenguaje y el mayor cuidado en evitar toda ofensa innecesaria: el mínimo desvío de esa línea redundará en una pérdida de terreno. En cambio, el vituperio sin mesura, si está usado a favor de la opinión dominante, disuade a la gente de profesar opiniones contrarias y hasta de escuchar a quienes las defienden". Es necesario, o es más necesario, proteger a quienes sostienen opiniones distintas que a quienes sostienen las opiniones preponderantes. Esto sigue siendo así, aunque sea en esta época de vocingleros y de algaradas en las que si no se grita no existes.

Respecto a la libertad individual, su límite es que no perjudique a otros. "Pero, si se abstiene de molestar a otros en lo que les concierne, y meramente actúa de acuerdo con su propia opinión y criterio en cosas que sólo le afectan a él mismo, las mismas razones que demuestran que la opinión debe ser libre prueban también que se le ha de permitir, si no incomoda, llevarla a la práctica y a su costa". Y también nos dice que "las facultades de percepción, de juicio y de discernimiento, la actividad mental e incluso la preferencia moral, sólo se ejercitan en la elección. Quien hace algo porque es la costumbre, no elige. Tampoco adquiere práctica en discernir o en desear lo mejor. Los poderes mentales y morales son como los musculares: sólo mejoran con el uso".

Ahora que me estoy leyendo el de Algo va mal de Tony Judt, veo que soy mucho más partidario de lo que propone este señor que de un Estado que sabe lo que es bueno para ti y te lo embute, quieras o no. Como podéis suponer, de decidir lo que es bueno para ti al totalitarismo hay muy pocos pasos.

En fin, podría seguir y seguir. Podría poneros la dedicatoria del libro a su mujer que es muy bonita, pero mejor, simplemente os voy a recomendar leerlo. Es un libro muy interesante. Además es corto, bien escrito y bien traducido. Aunque tal vez tenga una pega: hace pensar.

Comentarios

  1. ¿La cuarta razón para defender la libertad no la pone ejerciendo su libertad? ¿O se te ha olvidado?

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  2. Tienes toda la razón del mundo. Un error imperdonable que ya he subsanado, aunque traduciendo del inglés porque el libro no lo tengo aquí. Perdón a mi única lectora de este post... ;-)

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  3. Yo lo voy a querer...así aprovecho y "te corrijo" todas las esquinitas dobladas XDDD

    "Algo va mal" no hace para nada justicia al precioso título original.

    Y yo también estoy poco a favor de que papá Estado supla mi inteligencia decidiendo qué es lo mejor para mí.

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  4. Bueno, pues puede ser un buen contrapunto a Algo va mal. Tuyo es para cuando quieras desdoblar esquinas XD

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  5. Yo no entiendo la sociedad como el Estado, probablemente no entiendo nada. Y el no estado en absoluto es Somalia, no Reagan o Thatcher. Sobre la libertad de actuación, el "si no incomoda" tal vez tiene como límite que él no sepa que incomoda: aquí tampoco hay verdades absolutas.

    Malos tiempos para el liberalismo.

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  6. Es que no son lo mismo, Carmen, pero hay una transferencia de 'línea de acción' podríamos decir de manera que los deseos de la sociedad están (o deberían estar) presentes en las acciones tanto del gobierno como del Estado.

    De esta manera, como cuenta en el libro, una sociedad mayormente puritana promoverá leyes contra la intemperancia (me encanta la palabra), aunque no afecten a nadie más que a un particular.

    El libro de Judt es muy demagogo y confunde Estado fuerte con Estado grande y anarquía con liberalismo, pero, como tú dices, ya hablaremos. A mí me está decepcionando.

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  7. Sobre las transferencias Estado - sociedad... El Estado cada vez es menos sociedad, y va más a su bola. O a la bola de ese "capitalismo" tan denostado por los propios defensores del Estado. Mira el ejemplo de las cajas de ahorros: es el estado el banquero irresponsable!! Mira lo que es meterse a alquilador, o a constructor de viviendas, o a empleador construyendo cosas inútiles para esa sociedad. El Estado trafica con una mercancía que se llama votos. Claro que hablo de los estados de la vieja europa.

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  8. Si tienes mucha razón, Carmen, pero ahí el Estado se arrogó esas competencias porque, como tú dices, daban votos. Sopa boba que la sociedad se tragó sin rechistar porque era lo que quería oír. Socialdemocracia en estado puro.

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  9. A mi me está creando todo muchas dudas, porque a estas alturas me he dado cuenta de que no sé qué soy (además de rubia), si liberal, socialdemócrata o qué...

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  10. Dudar es bueno, Bich. El que no confronta sus opiniones no puede luego defenderlas.

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