La tortilla francesa, esa gran desconocida
Voy a escribir este post en la estela de 'ese gran desconocido', aunque no es una de las cosas que me ha descubierto Anniehall, sino porque, aunque parezca increíble, la tortilla francesa es una gran desconocida, por lo menos en la A1 y, más concretamente, en Burgos.
Como los niños ya son mayores, en este viaje decidimos parar a comer en un área de servicio según volvíamos de nuestras merecidas vacaciones. Aún así, los niños no son lo suficientemente mayores para meterse entre pecho y espalda un bocadillo de chorizo o una ración de callos. Los sucesos que siguieron nos hicieron darnos cuenta de la insensatez de nuestros propósitos.
La idea era parar en un bar de carretera y pedir una tortilla francesa para los niños. Plato sencillo y suculento que pensé en mi ignorancia que en cualquier sitio podrían hacerte. Nada más lejos de la realidad. Paramos en Lerma y entramos en una cafetería (que además tenía restaurante) y me dirigí a la barra confiado. 'Quería una tortilla francesa...' 'No, tortillas francesas no hacemos'. Cogí a los niños y nos fuimos a otro sitio. Al principio creí que el problema tendría que ver con el hecho de ser francesa. Ya se sabe la animadversión que el pueblo español tiene al gabacho, absolutamente justificado, por otra parte. Pero por lo visto a continuación parece ser que no tiene ninguna connotación nacionalista.
Paramos varios kilómetros más allá en otra área de servicio bastante grande y moderna. Nuevamente nos dirigimos a la barra y nuevamente ante nuestra consternación nos respondieron que nanay. Les pregunté que si en el restaurante me podrían hacer una tortilla y me respondieron que para eso hablara con el encargado del restaurante. Hablamos con el encargado del restaurante y nos dijo: 'es que eso no lo servimos'. A lo que Anniehall contestó 'vale que no esté en la carta, pero para hacer una tortilla francesa no hace falta un máster'.
El caso es que los niños ya tenían hambre y a Annie se le ocurrió darles unos filetes rusos que nos había dado su madre. Se los dimos para que se los comieran con las manos. Fríos y sin más aderezo, se los comieron visto y no visto. Les dimos una bolsa de patatas fritas y una de gusanitos y tan contentos.
El viaje prosiguió como es habitual, es decir, atascado. Desde el kilómetro 110 ya nos advertían de que desde el km 60 al 40 había atasco. De esto nos enteramos muy bien porque ya en el km 110... ¡estábamos atascados!
Es impresionante lo eficaz que es la DGT informando. Debe ser algo así como la información del tiempo antes de Semana Santa: en todas partes va a hacer buenísimo. Esto debe ser parecido, si en la radio decimos que sólo hay 20 km de atasco... el resto de atascos... ¡no existen!
Lo que sí que clavaron es la extensión del atasco. Empezaba en el mojón del km 60 y se terminaba 100 metros más allá del de los 40 km. Los atascos son algo incomprensible. en el km 40 no había nada, no había una salida por la que se fueran coches, no empezaba un carril adicional, no había un accidente, no había nada, pero milagrosamente el atasco desapareció. Sin pararnos a preguntar lo que pasaba, volvimos a velocidad de crucero y llegamos sin más contratiempo a un Madrid aún semi vacio en el que aún se podía aparcar sin problemas.
La próxima vez que vaya a salir de casa pensando que podrá conseguirla fácilmente... ¡hágase un bocadillo en casa y no tiente a la suerte!... puede perder.
Como los niños ya son mayores, en este viaje decidimos parar a comer en un área de servicio según volvíamos de nuestras merecidas vacaciones. Aún así, los niños no son lo suficientemente mayores para meterse entre pecho y espalda un bocadillo de chorizo o una ración de callos. Los sucesos que siguieron nos hicieron darnos cuenta de la insensatez de nuestros propósitos.
La idea era parar en un bar de carretera y pedir una tortilla francesa para los niños. Plato sencillo y suculento que pensé en mi ignorancia que en cualquier sitio podrían hacerte. Nada más lejos de la realidad. Paramos en Lerma y entramos en una cafetería (que además tenía restaurante) y me dirigí a la barra confiado. 'Quería una tortilla francesa...' 'No, tortillas francesas no hacemos'. Cogí a los niños y nos fuimos a otro sitio. Al principio creí que el problema tendría que ver con el hecho de ser francesa. Ya se sabe la animadversión que el pueblo español tiene al gabacho, absolutamente justificado, por otra parte. Pero por lo visto a continuación parece ser que no tiene ninguna connotación nacionalista.
Paramos varios kilómetros más allá en otra área de servicio bastante grande y moderna. Nuevamente nos dirigimos a la barra y nuevamente ante nuestra consternación nos respondieron que nanay. Les pregunté que si en el restaurante me podrían hacer una tortilla y me respondieron que para eso hablara con el encargado del restaurante. Hablamos con el encargado del restaurante y nos dijo: 'es que eso no lo servimos'. A lo que Anniehall contestó 'vale que no esté en la carta, pero para hacer una tortilla francesa no hace falta un máster'.
El caso es que los niños ya tenían hambre y a Annie se le ocurrió darles unos filetes rusos que nos había dado su madre. Se los dimos para que se los comieran con las manos. Fríos y sin más aderezo, se los comieron visto y no visto. Les dimos una bolsa de patatas fritas y una de gusanitos y tan contentos.
El viaje prosiguió como es habitual, es decir, atascado. Desde el kilómetro 110 ya nos advertían de que desde el km 60 al 40 había atasco. De esto nos enteramos muy bien porque ya en el km 110... ¡estábamos atascados!
Es impresionante lo eficaz que es la DGT informando. Debe ser algo así como la información del tiempo antes de Semana Santa: en todas partes va a hacer buenísimo. Esto debe ser parecido, si en la radio decimos que sólo hay 20 km de atasco... el resto de atascos... ¡no existen!
Lo que sí que clavaron es la extensión del atasco. Empezaba en el mojón del km 60 y se terminaba 100 metros más allá del de los 40 km. Los atascos son algo incomprensible. en el km 40 no había nada, no había una salida por la que se fueran coches, no empezaba un carril adicional, no había un accidente, no había nada, pero milagrosamente el atasco desapareció. Sin pararnos a preguntar lo que pasaba, volvimos a velocidad de crucero y llegamos sin más contratiempo a un Madrid aún semi vacio en el que aún se podía aparcar sin problemas.
La próxima vez que vaya a salir de casa pensando que podrá conseguirla fácilmente... ¡hágase un bocadillo en casa y no tiente a la suerte!... puede perder.
Qué divertido es viajar con niños!!!!
ResponderEliminarY algún día oscontaré mis experiencias burgalesas, eso sí, el próximo viaje pedís un bocata de morcilla :)
Hombrepordios...
ResponderEliminarError imperdonable: parar en Burgos a comer en un área de servicio.
La próxima vez que estéis de vuelta de la tierruca, acordaos de parar en el Landa (justo al salir de Burgos). Sólo con pensar en su pulga de chistorra con Idiazábal me pongo a salivar...
Y seguro que allí os habrían hecho la tortilla...
P.D: que conste que ni conozco a nadie allí, ni me llevo comisión
Ya ves, es que esto suele ser ir a salto de mata, porque no sabes a que hora vas a salir ni a que hora vas a llegar.
ResponderEliminarTomaremos nota y la próxima vez o paramos en el Landa o nos llevamos un bocadillo...