Odiosea
'Cuéntame, oh musa, la historia de ese hombre de polimorfo amorfo ingenio que anduvo errante muchísimo después de Troya Londres asolar...'
La historia se repite, al menos se imita y la literatura también. Joyce lo demostró en Ulises donde en un día de un ser humano normal corrente (Leopold Bloom) sintetizó la Odisea e ironizó sobre el concepto de héroe, además de otras muchas cosas.
Alguien dijo que la diferencia entre un héroe y un loco estriba en quién cuente su historia. Como el único que puede narrar esa historia soy yo, que además soy su protagonista, veremos qué sale, mis capacidades son limitadas como ya sabéis, así que no creo que me vayáis a considerar un héroe cuando haya terminado el relato.
Nuestro héroe partió hacia una isla distante, cuando partió no sabía si podría volver, o al menos si podría volver cuando tenía pensado debido a que Vulcano estaba de vacaciones por Islandia y con un humor de mil demonios. Echaba ceniza por la boca y amenazaba con reterner a los intrépidos viajeros lejos de sus casas y de sus familias.
Su amada esposa le había hecho algunos encargos siempre y cuando él tuviera tiempo para poder hacer esas compras. Eran cosas normal y corrientes, fáciles de encontrar y de llevar como moldes de acero para muffins o para bizcochos de veinte centímetros de diámetro. En fin, lo habitual. Antes de continuar he de dejar bien claro que ella no tuvo ninguna culpa y repitió cienes y cienes de veces que sólo lo hiciera si pudiera, pero para nuestro héroe los deseos de su amada son cantos de sirena que le embrujan, embriagan y atrapan.
En un arranque de heroicidad o de locura él había buscado en modernos mapas dónde hacerse con dichos objetos y encontró un lugar en las afueras londinenses que parecía estar bastante cerca de una estación de tren llamada Cricklewood. Como al día siguiente no contaba con poder hacer nada debido a que tenía una cena del proyecto en Horley, pueblo al lado del aeropuerto de Gatwick, que haría que llegara demasiado tarde para poder comprarlo; decidió irse directamente, sin pasar por el hotel vestido de traje y cargando con la maleta a ese lejano lugar. Tras media hora en tren, otra media hora en metro y otro cuarto de hora de nuevo en tren nuestro héroe llegó a Cricklewood y empezó a andar hacia el norte donde esperaba encontrar el centro comercial deseado. Después de andar durante diez minutos e irse adentrando cada vez más en lo que al principio parecía una película de Ken Loach y al final una escombrera, decidió hacer uso de los oráculos tecnológicos y conectó el GPS de su teléfono. Introdujo el código del lugar y tras deliberar durante unos instantes le indicó que su destino se encontraba aproximadamente a cuarenta minutos andando. Una persona cuerda hubiera desistido, hubiera comprado unos bombones en el aeropuerto y asunto resuelto. De echo eso fue lo que intentó en primer lugar. Pero como ya hemos dicho que no sabemos si estamos ante un héroe o ante un loco, nuestro protagonista se cruzó con una parada por la que pasó un autobús que en letras amarillas indicaba que se dirigía a donde él quería ir. Tuvo una corazonada y se subió al autobús maleta en mano.
Se relajó y se puso a mirar por la ventana, aún había tiempo. Mientras miraba por la ventana a través de un paso elevado le pareció ver un sitio como al que tenía que ir, pero en vez de acercarse a él, se estaban alejando atravesando una autopista con vías de servicio y varios carriles en cada sentido. Ahora entendió que si el nombre del sitio era el mismo, pero en uno de ellos pone 'south' y en el otro no, puede que sea porque no es el mismo lugar... por supuesto que estos pensamientos los tuvo cuando ya era demasiado tarde.
Como ya en ese momento no se podía echar atrás después de haberlo visto hizo acopio de sus últimas energías y se dispuso a cruzar la autopista, aunque fuera cruzando a lo loco. No hizo falta tanto porque había una pasarela que la cruzaba. Finalmente llegó a su Troya, aunque la guerra la tuvo por el camino, más que allí mismo. Estuvo deambulando y encontró únicamente el molde de muffins. Intentó que alguien le ayudara, pero estaban todas las dependientas en las cajas, así que esperó detrás de una señora que llevaba una cesta llena hasta arriba y que no tenía aspecto de que los dulces le fueran a hacer mucha falta. Finalmente le atendieron estupendamente y le proveyeron de los artículos que no encontró. Incluso de más porque había una oferta 3x2 en moldes. Nuestro protagonista estaba sudado y desesperado. No sabía exactamente dónde estaba y no quería volver a cruzar la autopista para coger un autobús.
Atravesó un Holiday Inn, se metió por carreteras que no tenían aceras ni arcén, bajó un terraplén con cierto riesgo, pero finalmente llegó a una parada de autobús y pilló otro C11 de vuelta a Criklewood. Cogió el tren allí, el metro y llegó a South Kensington. Entonces se dio cuenta de que se le había olvidado imprimir el bono del hotel y que sabía más o menos donde tenía que ir, pero no exactamente... más cansancio, más sudor, más hartazgo, pero al fin lo encontró. Se cambió de ropa y se fue a cenar con un amigo. Mientras se dirigía allí, vió esta placa en la casa de al lado del hotel:
Le hizo gracia lo de 'The Dead Comics Society', muy british y, además, durante un rato se imaginó a un policía, una enfermera y a Benny Hill corriendo a cámara rápida alrededor de su casa victoriana.
Ahí termina la historia salvo un pequeño detalle. En el vuelo de vuelta a Madrid y después de tres horas de retraso se sentó en su sitio en el pasillo al lado de un individuo que no dejaba de mandar mensajes con una blackberry y en una de esas miró por encima del hombro y vió que le comentaba a no sé quién que se le había sentado al lado un tío que olía fatal... ¿sería él? ¿habría estado asistiendo a las reuniones atufando al personal?... dudas. Al final nuestro héroe decidió que el que olería mal sería un perroflauta que estaba sentado delante del de la blackberry con barba de chivo y greñas. Porque todos sabemos que los héroes huelen a limpio, a jabón y no a choto, aunque al final se nos plantea la misma pregunta recurrente:
¿Estamos ante un héroe o ante un loco? ¿qué decís?
P.D: hoy Anniehall me ha hecho muffins de chocolate para desayunar en el molde que le traje... ;-)
P.D.2: La foto es de la maleta de nuestro héroe frente a la Royal Geographical Society. Le pareció adecuado fotografiar a su inseparable compañera frente al lugar al que acudieron a contar sus relatos otros héroes como Shackleton, Livingstone, Burton o Speeke entre otros.
La historia se repite, al menos se imita y la literatura también. Joyce lo demostró en Ulises donde en un día de un ser humano normal corrente (Leopold Bloom) sintetizó la Odisea e ironizó sobre el concepto de héroe, además de otras muchas cosas.
Alguien dijo que la diferencia entre un héroe y un loco estriba en quién cuente su historia. Como el único que puede narrar esa historia soy yo, que además soy su protagonista, veremos qué sale, mis capacidades son limitadas como ya sabéis, así que no creo que me vayáis a considerar un héroe cuando haya terminado el relato.
Nuestro héroe partió hacia una isla distante, cuando partió no sabía si podría volver, o al menos si podría volver cuando tenía pensado debido a que Vulcano estaba de vacaciones por Islandia y con un humor de mil demonios. Echaba ceniza por la boca y amenazaba con reterner a los intrépidos viajeros lejos de sus casas y de sus familias.
Su amada esposa le había hecho algunos encargos siempre y cuando él tuviera tiempo para poder hacer esas compras. Eran cosas normal y corrientes, fáciles de encontrar y de llevar como moldes de acero para muffins o para bizcochos de veinte centímetros de diámetro. En fin, lo habitual. Antes de continuar he de dejar bien claro que ella no tuvo ninguna culpa y repitió cienes y cienes de veces que sólo lo hiciera si pudiera, pero para nuestro héroe los deseos de su amada son cantos de sirena que le embrujan, embriagan y atrapan.
En un arranque de heroicidad o de locura él había buscado en modernos mapas dónde hacerse con dichos objetos y encontró un lugar en las afueras londinenses que parecía estar bastante cerca de una estación de tren llamada Cricklewood. Como al día siguiente no contaba con poder hacer nada debido a que tenía una cena del proyecto en Horley, pueblo al lado del aeropuerto de Gatwick, que haría que llegara demasiado tarde para poder comprarlo; decidió irse directamente, sin pasar por el hotel vestido de traje y cargando con la maleta a ese lejano lugar. Tras media hora en tren, otra media hora en metro y otro cuarto de hora de nuevo en tren nuestro héroe llegó a Cricklewood y empezó a andar hacia el norte donde esperaba encontrar el centro comercial deseado. Después de andar durante diez minutos e irse adentrando cada vez más en lo que al principio parecía una película de Ken Loach y al final una escombrera, decidió hacer uso de los oráculos tecnológicos y conectó el GPS de su teléfono. Introdujo el código del lugar y tras deliberar durante unos instantes le indicó que su destino se encontraba aproximadamente a cuarenta minutos andando. Una persona cuerda hubiera desistido, hubiera comprado unos bombones en el aeropuerto y asunto resuelto. De echo eso fue lo que intentó en primer lugar. Pero como ya hemos dicho que no sabemos si estamos ante un héroe o ante un loco, nuestro protagonista se cruzó con una parada por la que pasó un autobús que en letras amarillas indicaba que se dirigía a donde él quería ir. Tuvo una corazonada y se subió al autobús maleta en mano.
Se relajó y se puso a mirar por la ventana, aún había tiempo. Mientras miraba por la ventana a través de un paso elevado le pareció ver un sitio como al que tenía que ir, pero en vez de acercarse a él, se estaban alejando atravesando una autopista con vías de servicio y varios carriles en cada sentido. Ahora entendió que si el nombre del sitio era el mismo, pero en uno de ellos pone 'south' y en el otro no, puede que sea porque no es el mismo lugar... por supuesto que estos pensamientos los tuvo cuando ya era demasiado tarde.
Como ya en ese momento no se podía echar atrás después de haberlo visto hizo acopio de sus últimas energías y se dispuso a cruzar la autopista, aunque fuera cruzando a lo loco. No hizo falta tanto porque había una pasarela que la cruzaba. Finalmente llegó a su Troya, aunque la guerra la tuvo por el camino, más que allí mismo. Estuvo deambulando y encontró únicamente el molde de muffins. Intentó que alguien le ayudara, pero estaban todas las dependientas en las cajas, así que esperó detrás de una señora que llevaba una cesta llena hasta arriba y que no tenía aspecto de que los dulces le fueran a hacer mucha falta. Finalmente le atendieron estupendamente y le proveyeron de los artículos que no encontró. Incluso de más porque había una oferta 3x2 en moldes. Nuestro protagonista estaba sudado y desesperado. No sabía exactamente dónde estaba y no quería volver a cruzar la autopista para coger un autobús.
Atravesó un Holiday Inn, se metió por carreteras que no tenían aceras ni arcén, bajó un terraplén con cierto riesgo, pero finalmente llegó a una parada de autobús y pilló otro C11 de vuelta a Criklewood. Cogió el tren allí, el metro y llegó a South Kensington. Entonces se dio cuenta de que se le había olvidado imprimir el bono del hotel y que sabía más o menos donde tenía que ir, pero no exactamente... más cansancio, más sudor, más hartazgo, pero al fin lo encontró. Se cambió de ropa y se fue a cenar con un amigo. Mientras se dirigía allí, vió esta placa en la casa de al lado del hotel:
Le hizo gracia lo de 'The Dead Comics Society', muy british y, además, durante un rato se imaginó a un policía, una enfermera y a Benny Hill corriendo a cámara rápida alrededor de su casa victoriana.
Ahí termina la historia salvo un pequeño detalle. En el vuelo de vuelta a Madrid y después de tres horas de retraso se sentó en su sitio en el pasillo al lado de un individuo que no dejaba de mandar mensajes con una blackberry y en una de esas miró por encima del hombro y vió que le comentaba a no sé quién que se le había sentado al lado un tío que olía fatal... ¿sería él? ¿habría estado asistiendo a las reuniones atufando al personal?... dudas. Al final nuestro héroe decidió que el que olería mal sería un perroflauta que estaba sentado delante del de la blackberry con barba de chivo y greñas. Porque todos sabemos que los héroes huelen a limpio, a jabón y no a choto, aunque al final se nos plantea la misma pregunta recurrente:
¿Estamos ante un héroe o ante un loco? ¿qué decís?
P.D: hoy Anniehall me ha hecho muffins de chocolate para desayunar en el molde que le traje... ;-)
P.D.2: La foto es de la maleta de nuestro héroe frente a la Royal Geographical Society. Le pareció adecuado fotografiar a su inseparable compañera frente al lugar al que acudieron a contar sus relatos otros héroes como Shackleton, Livingstone, Burton o Speeke entre otros.
Ay, pobrecito!! pero qué risa. Benny Hill en una casa victoriana? oh, my God!!
ResponderEliminarEres mi héroeeeee
Pues yo soy más de la opinión de que estoy medio tonto. Al menos es lo que pensaba mientras estaba allí. Creo que ha merecido la pena.
ResponderEliminarTe di una sorpresa, me dio para un post y estoy disfrutando de las excelencias pasteleras de mi esposa... pero mientras estaba allí... puff
Madredelamorhermoso, yo voto por un poco loco.
ResponderEliminarJamás he conseguido pasar de la página 100 del "Ulises" de Joyce.
Pues seguramente aciertes, pseudosocióloga. La dependienta de la tienda me dijo que la próxima vez tenía que ir con mi mujer y yo pensaba, mientras le decía que sí, que ahí no volvía yo ni loco.
ResponderEliminarDespués me enteré de que hay una parada de metro en el centro comercial norte...
Como una puta cabra!!! Pero eres todo amor y eso nos hace quererte. Yo no lo hubiera hecho, héroe ;)
ResponderEliminarMmmm... ¿Los héroes no huelen a choto? No es por quitarle misterio, pero fijo que Indiana Jones o Gladiador no olían a rosas al final de las pelis XD. Es que tú eres un héroe atípico, ND.
ResponderEliminarJuanjo, son de esas cosas que si no estuvieras allí ni te lo planteabas, pero a priori parecía más fácil y fui poco a poco diciéndome 'un paso más, estando tan cerca...'
ResponderEliminarDoctora, seguramente sí huelen a choto, pero ya sabes que los libros y las películas omiten esos detalles y parece que están siempre con la gotita de colonia calléndoles por el cuello ;-)
A mi me pareces un héroe y si fuera Annie te querría todavía más. HE dicho.
ResponderEliminarAnnie, te he comentado que me gustan mucho las magdalenas grasientas esas?
Loco, espero que al menos sea algo original que no puedas comprar en el Howards este que han abierto en Madrid
ResponderEliminarPues estamos empatados a 4... 4 héroe, 4 loco... así no aclaramos nada, nada, nada...
ResponderEliminarTochi, ha hecho unos muffins de chocolate mu ricos.
Peter, de ese sitio no sé nada, yo soy un mandao, el trabajo de campo no lo he hecho...
Jjejeje. El amor todo lo consigue, incluso moldes pasteleros rarísimos. Y encima Cupido te premió con un 3x2. Decididamente, eres un heroe. De la repostería, pero héroe
ResponderEliminarPues muchas gracias, Miguel. De momento has deshecho el empate y va ganando la heroicidad para mi pasmo...
ResponderEliminarHay que ser un loco para ir al infinto y más allá por unos moldes de magdalenas, pero sólo los héroes cruzan carreteras cargando con una maleta... sigue el empate :)
ResponderEliminarBueno, Miss Hurry, también puede haber de las dos cosas, es cierto. Bienvenida al Blasco. Además tengo que añadir que la pasarela tenía escalones cada varios metros de la rampa con lo que si llevaba la maletas rodando iba dando botes y si la llevaba cogida era un martirio...
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