Héroes, aventureros y cobardes
Pues durante estas vacaciones me he leído este libro de Jacinto Antón. Jacinto Antón es un periodista de El País especializado en historia y cultura. Sobre todo en historias curiosas, hazañas de exploración y viajes o episodios históricos.
El libro es una recopilación de sus reportajes, artículos y entrevistas publicados durante los últimos años. El libro me ha gustado mucho. Es muy interesante, he descubierto historias que desconocía y mi lista de libros pendientes de leer se ha incrementado más de lo razonable.
Si tenéis afición por la historia, por los descubrimientos geográficos, por la aventura o por la naturaleza creo que este libro os gustará. También tiene un sentido del humor que no está siempre presente, pero que te hace soltar alguna sonrisa cuando menos te lo esperas.
Al leerlo he recordado varias de sus entrevistas que ya había leído hace tiempo. Como la que le hace al egiptólogo Zahi Hawass o al esgrimista Richard Cohen del que me leí su maravilloso Blandir la espada, que es una historia de la espada, aunque fatalmente traducida, pero es que eso está a la orden del día en España.
Casi todos los personajes son ingleses que son los que han aprovechado mejor su historia para forjar héroes. Además no aprovechan ocasión de meterse con los frances, algo siempre muy saludable. Así por ejemplo, Robin Lane Ford, autor de una biografía de Alejandro, cuenta como le invitaron a participar como extra en la película de Oliver Stone y el autor le pregunta que cómo era matar persas y él comenta: "Eran figurantes franceses, así que era fácil matarlos".
Hay historias sobre tigres y leones, sobre héroes de guerra, sobre arqueólogos, sobre oficiales de caballería, sobre exploradores y aventureros, sobre el mar...
En fin, que tiene de todo. Os pongo unos párrafos, aunque he estado viendo que la mayor parte de las esquinitas dobladas son por referencias a libros o a documentales que quiero leer y ver.
"Tengo un interés obsesivo y morboso por medallas, copas y trofeos de cualquier especie, heróicos, deportivos, militares: los veo todos tan fuera de mi alcance... Bien, eso no es del todo cierto. Poseo una nadie despreciable cantidad de esos premios —incluso ¡una Cruz de Hierro!—, otra cosa es que los haya ganado yo, o que los pocos que sí lo he hecho, ganarlos, tengan algún valor.
[...]
No era difícil engañar a la gente inventando relatos que endrandecían mis logros y mis trofeos. Cuando tienes labia y buen cuerpo —perdonarán la inmodestia—, todo cuela. Lo he hecho siempre y ya ni me avergüenzo, ¡lo que he ahorrado en psicólogos! Son mentiras piadosas, me digo: piadosas conmigo.
[...]
Todas las casas tienen un rincón en el que los trofeos reunidos en décadas de noble esfuerzo dormitan acumulando polvo y recuerdos en su metal viejo. La estantería del coraje, el altar del valor. No sé, hockey, atletismo, lucha libre, golf, lacrosse. Cuesta desprenderse de ellos, los arrastramos tintinando traslado tras traslado. Nos evocan lo que fuimos y realizamos. Por qué luchamos. Es curioso, soy capaz de emocionarme yo mismo a pesar de saber que mi propia colección es un canto a la falsedad. Amañado valor plateado. En su estante mis trofeos amontonan identidades nuevas. Es lo que tiene no haber ido a Eton: una ética relajada. Con el tiempo, es más fácil adjudicarles mejores logros, se vuelven más y más gloriosos. La tentación es grande. ¡Hay tantas gestas que usurpar! Un día, me digo, yo habré ganado la salobre Copa América y mis nietos creerán a pies juntillas que la vieja medalla de consolación en judo es en realidad el oro ardiente de alguna olimpiada".
Lo compré pensando que iba a acertar, y acerté.
Casi todos los personajes son ingleses que son los que han aprovechado mejor su historia para forjar héroes. Además no aprovechan ocasión de meterse con los frances, algo siempre muy saludable. Así por ejemplo, Robin Lane Ford, autor de una biografía de Alejandro, cuenta como le invitaron a participar como extra en la película de Oliver Stone y el autor le pregunta que cómo era matar persas y él comenta: "Eran figurantes franceses, así que era fácil matarlos".
Hay historias sobre tigres y leones, sobre héroes de guerra, sobre arqueólogos, sobre oficiales de caballería, sobre exploradores y aventureros, sobre el mar...
En fin, que tiene de todo. Os pongo unos párrafos, aunque he estado viendo que la mayor parte de las esquinitas dobladas son por referencias a libros o a documentales que quiero leer y ver.
"Tengo un interés obsesivo y morboso por medallas, copas y trofeos de cualquier especie, heróicos, deportivos, militares: los veo todos tan fuera de mi alcance... Bien, eso no es del todo cierto. Poseo una nadie despreciable cantidad de esos premios —incluso ¡una Cruz de Hierro!—, otra cosa es que los haya ganado yo, o que los pocos que sí lo he hecho, ganarlos, tengan algún valor.
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No era difícil engañar a la gente inventando relatos que endrandecían mis logros y mis trofeos. Cuando tienes labia y buen cuerpo —perdonarán la inmodestia—, todo cuela. Lo he hecho siempre y ya ni me avergüenzo, ¡lo que he ahorrado en psicólogos! Son mentiras piadosas, me digo: piadosas conmigo.
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Todas las casas tienen un rincón en el que los trofeos reunidos en décadas de noble esfuerzo dormitan acumulando polvo y recuerdos en su metal viejo. La estantería del coraje, el altar del valor. No sé, hockey, atletismo, lucha libre, golf, lacrosse. Cuesta desprenderse de ellos, los arrastramos tintinando traslado tras traslado. Nos evocan lo que fuimos y realizamos. Por qué luchamos. Es curioso, soy capaz de emocionarme yo mismo a pesar de saber que mi propia colección es un canto a la falsedad. Amañado valor plateado. En su estante mis trofeos amontonan identidades nuevas. Es lo que tiene no haber ido a Eton: una ética relajada. Con el tiempo, es más fácil adjudicarles mejores logros, se vuelven más y más gloriosos. La tentación es grande. ¡Hay tantas gestas que usurpar! Un día, me digo, yo habré ganado la salobre Copa América y mis nietos creerán a pies juntillas que la vieja medalla de consolación en judo es en realidad el oro ardiente de alguna olimpiada".
Lo compré pensando que iba a acertar, y acerté.
Pues vaya afán con los trofeos
ResponderEliminarSí, bueno, casi todos los párrafos son del mismo artículo. Me pareció que mostraba su sentido del humor...
ResponderEliminarPues me inspira curiosidad, lo anoto.
ResponderEliminarPues ya me dirás, Pseudosocióloga. A ver si te gusta.
ResponderEliminarCon tu permiso, me gustaría invitar a tus lectores a leer mi reseña de 'Héroes, aventureros y cobardes'
ResponderEliminarhttp://despuesdelhipopotamo.com/2013/04/15/heroes-aventureros-y-cobardes/
Un cordial saludo
Pues gracias, anónimo.
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