La escala

Los viajes siempre están sujetos a imprevistos. Una de las cosas más seguras de la vida es que no podemos estar seguros. Vivimos en un mundo en el que damos por sentadas las expectativas más o menos cercanas en nuestra vida: creemos que al día siguiente nos levantaremos, que desayunaremos, que iremos a trabajar... en fin, eso se extiende aún más allá y pensamos que cuando cogemos un avión vamos a llegar a nuestro destino más o menos cuando debemos. Normalmente menos porque la puntualidad en el mundo de la aeronáutica es algo muy relativo.

El viaje de vuelta desde San Francisco tenía una escala en Newark, New Jersey de solo tres cuartos de hora para desde allí coger el vuelo a Madrid. La verdad es que ya cuando compramos el billete pensamos que era poco tiempo de transbordo, pero lo que no podíamos prever es que el avión de ida saldría prácticamente dos horas tarde debido a unos trabajos de mantenimiento imprevistos.

Bueno, estoy hablando en plural porque el viaje lo hicimos dos personas, J y yo. J es compañero y amigo del circo y ahora de la gran empresa, de hecho es quién insistió en que me cotrataran aquí. En fin, que me desvío. El caso es que ya cuando finalmente embarcamos en el avión sabíamos que no íbamos a poder hacer la conexión dado que íbamos a llegar mucho más tarde de la hora de salida del avión a Madrid. Era un fastidio, sin duda, pero había que ponerse un poco zen e intentar no preocuparse por lo que no tenía solución.

Finalmente llegamos a Newark y allí nos dieron la primera mala noticia: no podríamos recuperar nuestras maletas. La verdad es que fue un mazazo porque yo había guardado mi abrigo en la maleta dado que en San Francisco estábamos casi a 30 grados y no pensaba volver a utilizarlo hasta Madrid. Además hacía un frío pelón. Estábamos prácticamente a cero grados y por la noche seguro que estuvimos a menos temperatura.

La segunda mala noticia es que entre los vales y demás zarandajas que nos dieron de aseo y cosas así no nos dimos cuenta de que solo nos habían dado vale de hotel para uno de los dos, así que cuando llegamos tuvimos que pagar por otra habitación. Era de noche y no pudimos ver mucho los alrededores. Y casi mejor. En el mapa de abajo os lo explico:


Así es, amigos, nuestro hotel estaba rodeado por autopistas, el aeropuerto, una estación de trenes de mercancías y por la mañana descubrimos que el lado que nos quedaba por descubrir albergaba una prisión tipo Prison Break. El mejor ambiente para pasar todo un día en espera de nuestro siguiente vuelo.

Además el hotel era nefasto. Tenía aspecto ajado, el frigorífico de la habitación lo tuve que quitar del ruido que hacía, el aire acondicionado hacía un ruido insufrible incluso en la posición low. No me atreví a ponerlo en high porque lo mismo hubiera ocasionado un tornado en la habitación y a malas me hubiera visto proyectado contra la cárcel. Y hacía frío, claro. Los vales de comida de la aerolínea fueron de 14 dólares por persona y día, así que ni siquiera te pagan las comidas, salvo que... no comas, claro.

Al día siguiente fuimos a quejarnos al aeropuerto por que no nos habían dado el vale para la segunda habitación y nuevamente nos llevamos un chasco: no se puede protestar. No hay customer service ni nada que se le parezca. Si quieres protestar, llamas por teléfono o lo haces por la web. Con un par.

A todo esto yo iba con una camiseta de manga corta y una sudadera de algodón y fuera estábamos a un grado. Decidimos irnos a Nueva York y por lo menos intentar sacar la máxima ventaja de nuestra desgracia. Para ello fuimos en uno de los medios de transporte más revolucionarios de las últimas décadas: el airtrain:


Sí, amigos, el monorraíl de los Simpsons. Y a una velocidad que en agún momento sobrepasó los cinco kilómetros por hora llegamos a una estación en la que tuvimos que esperar más de media hora a que llegara el tren. En esa espera en una especie de chamizo de cristal que de alguna manera disminuye el frío de la calle me cagó un pájaro que debía ir un poco sueltecillo. La verdad es que estaba empezando a pensar que me había mirado un tuerto o algo así...

Finalmente llegamos a NY, al World Trade Center y a la maravillosa impronta que Calatrava está dejando en la ciudad. No creo que lo terminen nunca y si lo hacen será otra obra desastre más de este 'artista' y caradura. Con los pies helados, sin haber desayunado y con ganas de entrar en calor nos dirigimos al Century 21 para comprarnos al menos unos calcetines de invierno. Lo logramos. Y creo que si no saco de ahí a J casi a la fuerza todavía estaba comprando cosas. Vi 'la mirada' del que está a punto de volverse loco y ya estaba pensando en comprarse otra maleta para meter todas las cosas que quería comprar.

Yo tampoco me salvé: me compré tres camisas, los calcetines y un cinturón. Nos metimos en un cajero a sacar dinero y de paso nos vestimos. Yo me puse los calcetines y una camisa. Supongo que sería una imagen curiosa para verla desde la calle, pero cuando el frío aprieta...

Al salir del cajero se puso a nevar, creo recordar, pero la verdad es que los calcetines fueron mágicos e hicieron su trabajo y no pasé ya tanto frío. Comimos en un sitio en el que estuvimos Anniehall y yo hace siete años (cómo pasa el tiempo) y que recordaba bueno, pero que es mejor. Tomamos unas costillas de cerdo que era imposible coger con las manos porque se deshacían. Después fuimos a una tienda de plumas, pero por desgracia cerraban los sábados. J dirá que tiene el vicio controlado, pero su afición por las plumas es totalmente desmedida. Fuimos a comprar una tarta de queso cada uno al sitio que recomendó Loquemeahorro y que ella no pudo visitar. Vimos Gran Central Terminal y Times Square y poco más. Nos montamos en un autobús de vuelta al aeropuerto, aunque todavía teníamos tiempo, pero lo que no teníamos eran fuerzas.

Allí me pararon en el control de seguridad sospechando que la cheesecake era un arma de destrucción masiva. Lo normal, vamos.

Cogimos el avión también con retraso, debe ser algo habitual en esta línea. Y llegamos al aeropuerto de Madrid por la mañana. Allí nos esperaba otra sorpresa y es que no apareció la maleta de J... algo más tenía que pasar, estaba claro, no podíamos llegar y ya, no. Finalmente la recuperó, por si os lo preguntáis.

En fin, que otro recuerdo de este viaje, tal vez no el mejor, pero hicimos lo que pudimos con los mimbres que teníamos. Y es que nadie está obligado a más.

Comentarios

  1. Mira que sóis quisquillosos los hombres, para un par de cositas de nada... Y la habitación con vistas. No sabéis apreciar las cosas 😜😜😜
    ¡Century 21! Se me había olvidado. Qué recuerdos.

    ResponderEliminar
  2. Nada, Sara, lo habitual. Dormir pegado a una cárcel, estar helando y en camiseta, que te cague un pájaro la única ropa que tienes... XD

    ResponderEliminar
  3. Jo que bueno, me he reido un montón (así por lo bajini, que estoy el el currelo).

    Un artista como tú debe disculpar las penalidades a cambio de de la inspiración recibida.

    Deberías decir sí el nombre de la aerolínea, para que no repitamos los demás.

    ResponderEliminar
  4. Pues me alegro, Hermano E. Al menos mis sufrimientos no son en vano...

    La aerolínea era United Airlines.

    ResponderEliminar
  5. Pues no lo sé, se lo preguntaré... Creo que sí. No es una que está como en un patio dentro de una casa?

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares