En Mares Salvajes
Ya os he comentado muchas veces que me encantan los libros de viajes y de aventuras, de exploradores y pioneros. Me encantan esas vidas llenas de emociones, algunas arrastradas a la fatalidad. Ese aguante y coraje para hacer frente a tremendos desafíos y muchas veces conseguir superarlos me emociona. Soy totalmente realista y sé que no valgo para eso. Incluso tampoco me atraería vivirlo. Me gusta leerlo.
Después de resistirme durante meses al final me compré el último libro de Javier Reverte que se llama En Mares Salvajes. Creo que me he leído todos los libros de viajes suyos. Cuenta su propio viaje e intercala las historias de los personajes que hicieron famosos los sitios que visita. Así tiene cuatro libros de África, uno de Grecia, otro del Amazonas, uno del Yukón y ahora éste sobre el paso del noroeste. Cuenta como se enfrentaron los hombres, principalmente ingleses, al reto de encontrar una vía de unión entre el Atlántico y el Pacífico a través del Ártico. Los ingleses lo tenían mal para llegar a las islas de las especias con el dominio de portugueses rodeando África y los españoles con América del Sur.
Hay historias increíbles y personas de las que no había oído hablar en la vida como John Franklin que murió buscando el paso mayormente por su incompetencia y que se convirtió (y por las mismas causas) en un ídolo británico al igual que Scott. Hay mucho escorbuto, sobre todo por ignorar la forma de vida de los inuits (former esquimales). El complejo de superioridad de los ingleses les hacía difícil aceptar que esos pueblos según ellos atrasados pudieran saber como combatir esos problemas. Reverte cuenta la historia del descubrimiento según él va recorriendo esos parajes desoladores en un crucero y es muy entretenido, al menos para mí (yo he venido a hablar de mi libro...). Aparece Roald Amundsen, que fue el primero en atravesarlo tardando tres años en hacerlo. Normalmente navegaban durante los meses de verano cuando se rompían los hielos y cuando se congelaban de nuevo el barco quedaba atrapado durante 9 meses hasta el verano siguiente. Aparecen otros nombres como Ross, Baffin, McClure, Rae.
Hay otras cosas que no están tan bien. Encontré bastantes errores e incongruencias ortográficos, palabras que faltan, frases con errores, alguna palabra mal escrita... en fin, nada que no hagamos todos, pero se supone que hay gente que lo revisa y lo lee. Cuando leo un libro que ha pasado por el OCR o es una compilación gratuita, pues lo sobrellevo, pero cuando he pagado 22 euros por el libro, pues ya no me hace tanta gracia. Otra cosa que no me ha gustado es la insistencia en usar la palabra galpón. La usa para todo tipo de edificios que se encuentra. No dudo que no lo sean, pero cansa. El aeropuerto es un galpón, el hotel es un galpón, el supermercado es un galpón, la agencia de viajes está en un galpón, los bares son galpones... digo yo que habrá más palabras y se podrá alternar con cosas como casa de un piso, cabaña, casa prefabricada... no sé, tampoco soy escritor, pero daba la impresión de que había llegado a la palabra y le gustó.
Por supuesto que también está la moralina climática, aunque no se hace pesado, cosa que le agradezco y por último, cada vez parece notársele más un cierto complejo de superioridad sobre sus compañeros de viaje o gente con la que se encuentra, principalmente norteamericanos.
Un libro muy entretenido que os recomiendo si os gustan los libros de viajes, de exploraciones y aventuras polares. Aunque si os gustan os recomiendo otro que he visto que está por ahí por el ciberespacio que es buenísimo sobre la conquista del Polo Sur y que se llama El Último Lugar de la Tierra de Roland Huntford.
Sigo a ratos con la destrucción de los judíos europeos, pero muy poco a poco y me estoy leyéndo el Último Encuentro, de Sándor Márai. De momento me está pareciendo bastante apolillado, casi como la casa ajada que describe, pero sigo con él.
Después de resistirme durante meses al final me compré el último libro de Javier Reverte que se llama En Mares Salvajes. Creo que me he leído todos los libros de viajes suyos. Cuenta su propio viaje e intercala las historias de los personajes que hicieron famosos los sitios que visita. Así tiene cuatro libros de África, uno de Grecia, otro del Amazonas, uno del Yukón y ahora éste sobre el paso del noroeste. Cuenta como se enfrentaron los hombres, principalmente ingleses, al reto de encontrar una vía de unión entre el Atlántico y el Pacífico a través del Ártico. Los ingleses lo tenían mal para llegar a las islas de las especias con el dominio de portugueses rodeando África y los españoles con América del Sur.
Hay historias increíbles y personas de las que no había oído hablar en la vida como John Franklin que murió buscando el paso mayormente por su incompetencia y que se convirtió (y por las mismas causas) en un ídolo británico al igual que Scott. Hay mucho escorbuto, sobre todo por ignorar la forma de vida de los inuits (former esquimales). El complejo de superioridad de los ingleses les hacía difícil aceptar que esos pueblos según ellos atrasados pudieran saber como combatir esos problemas. Reverte cuenta la historia del descubrimiento según él va recorriendo esos parajes desoladores en un crucero y es muy entretenido, al menos para mí (yo he venido a hablar de mi libro...). Aparece Roald Amundsen, que fue el primero en atravesarlo tardando tres años en hacerlo. Normalmente navegaban durante los meses de verano cuando se rompían los hielos y cuando se congelaban de nuevo el barco quedaba atrapado durante 9 meses hasta el verano siguiente. Aparecen otros nombres como Ross, Baffin, McClure, Rae.
Hay otras cosas que no están tan bien. Encontré bastantes errores e incongruencias ortográficos, palabras que faltan, frases con errores, alguna palabra mal escrita... en fin, nada que no hagamos todos, pero se supone que hay gente que lo revisa y lo lee. Cuando leo un libro que ha pasado por el OCR o es una compilación gratuita, pues lo sobrellevo, pero cuando he pagado 22 euros por el libro, pues ya no me hace tanta gracia. Otra cosa que no me ha gustado es la insistencia en usar la palabra galpón. La usa para todo tipo de edificios que se encuentra. No dudo que no lo sean, pero cansa. El aeropuerto es un galpón, el hotel es un galpón, el supermercado es un galpón, la agencia de viajes está en un galpón, los bares son galpones... digo yo que habrá más palabras y se podrá alternar con cosas como casa de un piso, cabaña, casa prefabricada... no sé, tampoco soy escritor, pero daba la impresión de que había llegado a la palabra y le gustó.
Por supuesto que también está la moralina climática, aunque no se hace pesado, cosa que le agradezco y por último, cada vez parece notársele más un cierto complejo de superioridad sobre sus compañeros de viaje o gente con la que se encuentra, principalmente norteamericanos.
Un libro muy entretenido que os recomiendo si os gustan los libros de viajes, de exploraciones y aventuras polares. Aunque si os gustan os recomiendo otro que he visto que está por ahí por el ciberespacio que es buenísimo sobre la conquista del Polo Sur y que se llama El Último Lugar de la Tierra de Roland Huntford.
Sigo a ratos con la destrucción de los judíos europeos, pero muy poco a poco y me estoy leyéndo el Último Encuentro, de Sándor Márai. De momento me está pareciendo bastante apolillado, casi como la casa ajada que describe, pero sigo con él.
Ayer saqué de la biblioteca el de Mares Salvajes, y empece a leerlo (bueno sólo me dio tiempo a ver los mapas y las "estampas"). La historia de las exploraciones polares es algo que me apasiona, así que supongo que me gustará, a pesar de los galpones.
ResponderEliminarCon respecto al Último Encuentro, lo tenía en el libro electrónico he intenté leerlo hace unos meses (creo que Molinos hablaba muy bien de él), pero no pude pasar de los primeros capítulos.
Gran autor, yo me leí los de África cuando me dedicaba a hacer las äfricas y son muy acertados.
ResponderEliminarHermano E: Pues si no te has leído el de Huntford, hazlo. Es muy bueno. El de Marai de momento no me está gustando, pero tampoco me parece un peñazo. Además es bastante corto.
ResponderEliminarPseudosocióloga: a mí los de África me engancharon. El sueño de África fue el primer libro suyo que leí.