Dresde desde el recuerdo


La semana pasada no pude torturaros con nada debido a que estuve de viaje de trabajo en Dresde. Con el reposo que da el recuerdo tengo que confesaros que lo de viaje de trabajo define casi perfectamente lo que fue: viaje y trabajo.

Durante el viaje de ida hicimos escala en Múnich y tardamos una hora más en salir porque tenían que deshelar los motores y las alas. La verdad es que muy tranquilo no te dejan esas palabras. Finalmente llegamos a Dresde y nos encaminamos al hotel NH Dresde que estaba ubicado en un precioso polígono industrial entre una subestación eléctrica, las vías del tren y un Lidl. El hotel estaba bastante bien, pero alejado de todo (excepto del Lidl). Decidimos irnos al centro de Dresde y dar una vueltecita. Había nieve y hacía bastante frío. Después de dar un par de vueltas por el centro y ver que a las 7 ya está todo cerrado nos metimos en un restaurante a cenar. La cena estuvo bastante bien: cerveza, carne y patatas además de una especie de torrijas alemanas que tienen su puntillo. Visto que no había nada que hacer por ahí volvimos al hotel a dormirnos y preparar la reunión del día siguiente.

Cuando os he dicho que el hotel estaba bien he omitido un detalle trascendental que es común en todos los hoteles alemanes. Todos tienen en la cama un 'enredón' que tiene exactamente el tamaño del colchón, sin que caiga nada por los lados. Supongo que es cosa de la eficiencia germánica. El problema aparece cuando uno se mueve por la noche o tiene, como es mi caso, más tamaño que el colchón. Decidí meter el edredón por debajo del colchón para no quedarme con los piés al aire teniendo como consecuencia que el edredón no me llegaba más allá del ombligo. Capítulo aparte merecen las almohadas, son de plumas ypor más almohadas que apiles (tres en mi caso) sigues dando con la cabeza en el colchón, eso sí, bastante más axfisiado que si no tuvieras ninguna. En fin, que dormí fatal.

Durante los dos días siguientes el plan fue reuniones y más reuniones además de una cena de inicio del proyecto a la que nos invitaron los alemanes. Tengo que hacer una loa a las sopas que nos pusieron para comer en las reuniones porque yo hacía mucho que no probaba sopas tan ricas. De hecho el segundo día sólo comí sopa, dos platos.

Veréis que no hablo mucho de Dresde, pero es que pudimos ver muy poco, aunque lo que vimos por fuera tiene muy buena pinta. Es una ciudad muy bonita. Paseamos entre las tiendas cerradas y nos maravilló encontrarnos una tienda de porcelanas en la que el perro de la foto de unos 20 cm de altura, que en mi casa el único sitio en el que la pondría sería debajo de la cama, tenía un precio de... 3800€

Notamos que estaba llena de policías y nos comentaron los alemanes que el sábado era el aniversario del bombardeo y que había manifestaciones de nazis y de antifascistas.

Finalmente llegó la hora de regresar. En primer lugar he de reseñar un detalle del líder del proyecto que no me gustó nada. Sabía que había problemas en los aeropuertos y no dijo nada para que nos centráramos en la reunión. Claro, como él se iría a dormir a su casita con su edredoncito...

Con la incertidumbre de si saldríamos o no nos marchamos al aeropuerto de Dresde y cuando llegamos nos comunicaron que los vuelos a Múnich estaban cancelados. Nos cambiaron el vuelo por uno a Frankfurt y otro de allí a Madrid. Tuvimos que esperar casi cinco horas para salir de allí viendo por la ventana estampas como esta:


No teníamos muy claro que fueramos a salir de ahí, pero cosas del azar, de la tecnología o simplemente de la suerte terminamos aterrizando en Frankfurt de donde os puedo mostrar este otro documento:

En fin, tampoco quiero aburriros. El caso es que no llegamos a Madrid hasta las 2 de la mañana. No pude comprar salchichas, no pude prácticamente cenar y luego en casa no pude prácticamente dormir, pero eso es otra historia y esto va quedando largo. Para terminar sólo os diré: ¡Viva la sopa y la cerveza alemana! (no necesariamente en ese orden)

Comentarios

  1. Pues suerte tuviste de volver con la que estaba cayendo.
    No hay cosa más triste que los viaje de trabajo que solo son eso, he tenido la suerte de tener viajes de trabajo que parecían unas vacaciones bien remuneradas y viajes de trabajo en alemania horribles. Y es que creo que Alemania no es un país para ir de viaje de trabajo, y más en invierno, es triste tristísima, entiendo que se pongan chuzos de vino caliente. Aunque las últimas veces que fui parecía que se comía mejor, o a lo mejor es que ya me he acostumbrado a todo, no sé...
    Bienvenido

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  2. Hombre, supongo que para dos días que estuve la oferta culinaria era buena. Supongo que si tuviera que vivir allí estaría harto de kartoffeln y goulasch.

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  3. Recuedo la primera vez que me dejaron solo en Alemania por trabajo, hace ya 10 años, uffff.
    Era una ciudad pequeña en la que casi no hablaban ni inglés, me pase la semana cenando pizza, sad but true.

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