E(u)logio

No sé si conoceréis a muchos Eulogios. Yo sólo a uno y he de decir que es único e incomparable.

Eulogio es todo un tipo. Gracias a él mi boda ganó muchos puntos. Lo encontramos por casualidad, nos lo recomendaron. Yo creo que no hubiéramos dado con él por nuestra cuenta. Es más, no sé cómo no salimos corriendo de su ¿estudio? después de nuestro primer encuentro. Supongo que fue porque con tanto preparativo pasábamos de complicarnos más la vida. Menos mal que no lo hicimos.

En ese primer encuentro nos enseñó cientos de fotos de boda de esas terribles del tipo novia agachada sobre un arroyuelo y tomando agua con sus manos (lo juro, había una) o pareja dándose un beso bajo un arbusto en forma de corazón. Todo esto con mucha parsimonia. Porque él es así, tranquilo. Ponía una foto sobre la mesa, la dejaba unos segundos, nos miraba, la retiraba, tomaba otra foto… Se me hizo eterno.

Pero no acabó ahí la cosa, no, es que además me preguntó si tenía maquilladora. Porque su mujer lo es. Así que también nos hizo un despliegue de fotos de novia antes y después. ¡Dios mío! Aquello sí que era para echar a correr. Yo concluí que las novias, además de viejas (¿no os parecen últimamente las novias muy viejas?) estaban maquilladas también para la foto del antes. No he visto nunca tanto grano, arruga e imperfección facial juntos.

Así, en estado de shock tras tan tremenda experiencia, no nos quedó más remedio que contratarle. Y tan tranquilos nos quedamos. ‘Otra cosa más que tenemos cerrada’. Eso sí, mi cara no cayó en manos de su mujer. Me dan escalofríos sólo de pensar que ahora mismo otra pareja horrorizada podría estar viendo un retrato mío antes de con ojeras falsas hasta la barbilla y una cicatriz recorriéndome la cara.

Así, despreocupados por el fotógrafo, fueron pasando los meses y llegó el ‘gran día’. No sé vosotros pero yo en las bodas me he encontrado dos tipos de fotógrafos: el profesional-profesional que lleva un traje decente y discreto, como todo él, sin estridencias; y el ñapas, que lleva un traje que heredó de alguien dos tallas más grande, un pelo ni largo ni corto recogido en una coleta que agarra menos pelo del que deja suelto y, generalmente, deportivas. Supongo que el segundo además se cree un ‘artista’.

Pero no, Eulogio no es de ninguno de los dos. Él llevaba una chaqueta sport en pata de gallo de un color marrón indefinido, unos pantalones beige y una camisa blanca. Así que no me extraña que mi suegra pensara que se trataba de un curioso del pueblo cuando, supongo que hecha un manojo de nervios, nota cómo alguien le coloca la chaqueta por detrás y, al volverse asustada, se encuentra a un perfecto desconocido que le dice en algo similar al francés ‘impeccable’. Resulta que Eulogio tiene pasado: antes de fotógrafo fue modisto.

Durante la ceremonia se mantuvo muy profesional, tomo sus fotos y no estorbó. Lo que cabe esperar de un fotógrafo en una boda. Lo bueno vino después, en la inevitable y eterna sesión de fotos fue cuando descubrimos al auténtico Eulogio. Además de modisto resulta que debió de ser también clown. Quién nos lo iba a decir a nosotros tras su calma y seriedad durante la 'contratración' ¡Qué payaso! Para cada foto colocaba al grupo por colores, atusaba pelos, recomponía trajes… y finalmente ponía las caras más absurdas para conseguir que todo el mundo apareciese sonriendo en la foto. Cualquier cosa para conseguir un grupo armonioso y feliz. Un genio. A mí me recolocó el vestido mil veces y hubo quién me preguntó que qué hacía el fotógrafo metiéndome mano. Pues arreglar el desaguisado que me hicieron en el vestido, que en las fotos ni se nota.

Sin embargo lo mejor de Eulogio vino al final. Llegado el momento de la tarta y cuando ya estábamos dispuestos para cortar, sable en ristre (¿por qué no me negué a lo del sable?), y con todo el mundo mirando, se oyó a Eulogio decir ‘un momento’. Entonces abandonó su puesto y se me acercó. 'Ya está, aquí viene otra vez a meterle mano a mi escote', pensé yo. Pues no, se puso a desplegar una especie de joyero de viaje de esos que se enrollan sobre sí mismos y de allí sacó un papelito de arroz ¡para quitarnos los brillos de la cara! ¿Es o no es Eulogio un profesional?

Como imaginaréis las fotos son perfectas y nos las dio en un álbum que guardó en una bolsa/bolso de piel que fue otro de sus toques de maestro. Eso sí, las fotos tienen un formato cuadrado para el que no existen marcos. Ya sabéis ‘nadie es perfecto’.

Comentarios

  1. No te olvides de los 1800€ del ala que nos sopló por el álbum. Teniendo en cuenta que rechazamos bastantes de las que seleccionó... si es por él nos sale un álbum de 4000€!

    ResponderEliminar
  2. El vil metal, siempre el vil metal... debes tener en cuenta que también cobrará el espectáculo.

    ResponderEliminar
  3. ¿Arbustos con forma de corazón? ¿Sables?
    Ya no quedan ídolos...

    ResponderEliminar
  4. ¿No ha quedado bastante claro que al sable me rendí pero por los arbustos y arroyos y la maquilladora no? Pues eso, las fotos son preciosas y no son de esas.

    ResponderEliminar
  5. Es curiosa la memoria, porque yo no recuerdo ningún sable.

    ResponderEliminar
  6. Pues no había quedado suficientemente claro, respiro aliviado

    ResponderEliminar
  7. Sabes que soy especialmente sensible al asunto "bodas". Lo del sable imperdonable....

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares