La Venecia del Elba
Ya estoy de vuelta después de cuatro días en los que no he tenido más de un par de horas para mí, digamos sin tiempo libre, sin poder leer a orillas del Elba (principalmente porque no tuve tiempo y porque el Elba estaba desbordado). El coordinador del proyecto nos dijo que a Dresde se la conoce como la Venecia del Elba y yo me preguntaba cuántas 'Venecias del' habrá en el mundo...
Eso no quiere decir que no haya momentos en los que me lo haya pasado bien, pero estás siempre rodeado de gente, hablando en inglés y, de alguna manera, trabajando. El día que llegamos quedamos con otros dos italianos del proyecto para cenar, aunque antes ya nos habíamos atizado unas cuantas cervezas por lo que al día siguiente teníamos la cabeza y el cuerpo un poco espeso.
Eso no es lo mejor para aguantar y participar en presentaciones, charlas, coffee breaks y demostraciones subidos en un autobús. Esto último fue especialmente martirizante, porque en nuestra situación teníamos que mirar la pantalla de un móvil mientras el autobús aceleraba y frenaba con bastante brusquedad. No sé si ya os lo he contado, porque son ya muchas las veces que he estado en Dresde, pero como al montar en el autobús o en el tranvía me sorprendían mucho la cantidad de frenazos y acelerones que daba, se lo comenté a un alemán y me dijo que es que la gente quería eso porque tenía la sensación de que así llegaban antes a los sitios. Nos llevaron a ver un puente que están construyendo y por el que Dresde ha perdido su consideración como patrimonio de la humanidad y yo, personalmente, no puedo entender a quién le puede molestar el puente dichoso. Está como a tres kilómetros del centro de la ciudad y todas los edificios en uno de las orillas son fábricas abandonadas. Dicen que rompe el paisaje de los que navegan por el río, pero ¿cuántos serán?
En fin, que medio mareado salí del autobús para comer, disfruté poco la comida que tampoco era una gran cosa. Por la tarde más coloquios, presentaciones y demás y gentilmente nos concedieron media hora para cambiarnos de ropa antes de ir a ver un museo que se llama Grünes Gewölbe. Os pongo el enlace en alemán porque salen bastantes más fotos. Es una colección de joyas. Hay algunas impresionantes, Hay una mesa con incrustaciones de piedras que es una maravilla, pero si yo hubiera ido por mí mismo, sin guía, no le hubiera dedicado más de media hora. Entiendo el valor de esas joyas, pero no me emociona. Al final había vitrinas con joyas para distintos trajes. Había una que era de zafiros, otra de rubíes, de esmeraldas y al final una de diamantes que era para quitar el hipo. Todo era de diamantes, los botones, las hebillas, el puño de la espada, los anillos, las presillas de los pantalones...
Luego cenamos en un restaurante que tenía un coche de tranvía dentro. Estuvo bien, pero esa noche no estábamos para ser muy sociables.
Al día siguiente, más reuniones, más presentaciones, más discusiones y más cervezas. Esta vez en un restaurante checo. Praga está a unos ciento veinte kilómetros de Dresde. Buena cerveza, buena comida. Creo que ya he loado las sopas centroeuropeas. Es que están buenísimas.
El problema, o la suerte, es que quedamos para cenar a las 7 de la tarde y estábamos brindando con chupitos de becherovka a las 8 y poco, con lo que al final te vas a dormir la mona a las 11 de la noche. Puede parecer que lo único que hice fue comer y beber, y parte de eso hay, pero os puedo asegurar que es algo muy cansado. He llegado rendido. Gracias a Dios, la reunión que tengo la próxima semana es en Madrid.
Tuve problemas con el edredón, como siempre. Me dieron la misma habitación que la última vez, creo que es la primera vez que me sentí como un viajante.
El vuelo de Dresde salió antes de su hora. Creo que es la primera vez que veo algo así. Y el de Frankfurt también salió a su hora. A pesar de todo no llegué a casa hasta pasadas las 12. Pude leer en los aviones, tanto de ida como de vuelta, y está siendo una historia interesantísima. De ahí salía una serie tipo hermanos de sangre impresionante. Ya os contaré.
Eso no quiere decir que no haya momentos en los que me lo haya pasado bien, pero estás siempre rodeado de gente, hablando en inglés y, de alguna manera, trabajando. El día que llegamos quedamos con otros dos italianos del proyecto para cenar, aunque antes ya nos habíamos atizado unas cuantas cervezas por lo que al día siguiente teníamos la cabeza y el cuerpo un poco espeso.
Eso no es lo mejor para aguantar y participar en presentaciones, charlas, coffee breaks y demostraciones subidos en un autobús. Esto último fue especialmente martirizante, porque en nuestra situación teníamos que mirar la pantalla de un móvil mientras el autobús aceleraba y frenaba con bastante brusquedad. No sé si ya os lo he contado, porque son ya muchas las veces que he estado en Dresde, pero como al montar en el autobús o en el tranvía me sorprendían mucho la cantidad de frenazos y acelerones que daba, se lo comenté a un alemán y me dijo que es que la gente quería eso porque tenía la sensación de que así llegaban antes a los sitios. Nos llevaron a ver un puente que están construyendo y por el que Dresde ha perdido su consideración como patrimonio de la humanidad y yo, personalmente, no puedo entender a quién le puede molestar el puente dichoso. Está como a tres kilómetros del centro de la ciudad y todas los edificios en uno de las orillas son fábricas abandonadas. Dicen que rompe el paisaje de los que navegan por el río, pero ¿cuántos serán?
En fin, que medio mareado salí del autobús para comer, disfruté poco la comida que tampoco era una gran cosa. Por la tarde más coloquios, presentaciones y demás y gentilmente nos concedieron media hora para cambiarnos de ropa antes de ir a ver un museo que se llama Grünes Gewölbe. Os pongo el enlace en alemán porque salen bastantes más fotos. Es una colección de joyas. Hay algunas impresionantes, Hay una mesa con incrustaciones de piedras que es una maravilla, pero si yo hubiera ido por mí mismo, sin guía, no le hubiera dedicado más de media hora. Entiendo el valor de esas joyas, pero no me emociona. Al final había vitrinas con joyas para distintos trajes. Había una que era de zafiros, otra de rubíes, de esmeraldas y al final una de diamantes que era para quitar el hipo. Todo era de diamantes, los botones, las hebillas, el puño de la espada, los anillos, las presillas de los pantalones...
Luego cenamos en un restaurante que tenía un coche de tranvía dentro. Estuvo bien, pero esa noche no estábamos para ser muy sociables.
Al día siguiente, más reuniones, más presentaciones, más discusiones y más cervezas. Esta vez en un restaurante checo. Praga está a unos ciento veinte kilómetros de Dresde. Buena cerveza, buena comida. Creo que ya he loado las sopas centroeuropeas. Es que están buenísimas.
El problema, o la suerte, es que quedamos para cenar a las 7 de la tarde y estábamos brindando con chupitos de becherovka a las 8 y poco, con lo que al final te vas a dormir la mona a las 11 de la noche. Puede parecer que lo único que hice fue comer y beber, y parte de eso hay, pero os puedo asegurar que es algo muy cansado. He llegado rendido. Gracias a Dios, la reunión que tengo la próxima semana es en Madrid.
Tuve problemas con el edredón, como siempre. Me dieron la misma habitación que la última vez, creo que es la primera vez que me sentí como un viajante.
El vuelo de Dresde salió antes de su hora. Creo que es la primera vez que veo algo así. Y el de Frankfurt también salió a su hora. A pesar de todo no llegué a casa hasta pasadas las 12. Pude leer en los aviones, tanto de ida como de vuelta, y está siendo una historia interesantísima. De ahí salía una serie tipo hermanos de sangre impresionante. Ya os contaré.
¿Te has dado cuenta de que has usado la palabra PRESILLA? Para que luego digas que no te enteras cuando hablo de esas cosas...
ResponderEliminarLo de los frenazos del autobús es como aquello que contaban de un edificio donde la gente se quejaba de que los ascensores tardaban mucho y para arreglarlo pusieron espejos en la zona de espera. Dejaron de quejarse.
Según lo cuentas parece que te hayas apùntado a una especie de club social, pero sé que de verdad es un rollo y como bien dices muy cansado.
ResponderEliminarUno está siempre mejor en su casa, con su familia y al calor de su edredón aunque sean pocas horas.
Me alegro de verte de vuelta
Si es que las cosas van entrando por capilaridad, Anniehall.
ResponderEliminarJuanjo, el problema es que estás con gente que te podrán caer bien o mal, pero no son tus amigos. Desde luego que es mejor estar tomándote tu sopa y una jarra de cerveza que estar viendo una presentación de Powerpoint.
Desde luego que estoy mucho mejor con mi edredón que cuelga por los lados y con la familia. Eso no tiene precio.
Perdona, en cuanto deje de ver diamantes al pestañear acabo de escribir el comentario ;). Ya veo que has tenido un viaje intenso.
ResponderEliminarEs verdad, a mí me mata esa sensación de vamos a fingir que somos una pandilla aunque pasado mañana a lo mejor ninguno nos volveremos a ver, es raro.
ResponderEliminarPor cierto, ya sois un blog de nivel, tenéis pre comentarios :)
Solo una cosita... ya casi no quedan hojaldres.
ResponderEliminarSolo otra cosilla, me he despertado a las ocho, he llevado a Dani al cole y me he vuelto a acostar hasta las once y diez ;)
ResponderEliminarMiraré los hojaldres en el Hipercor, a ver si con suerte podemos hacer una recarga, ahora que hacienda me ha confirmado la devolución del 2009 ya tengo pasta para esos lujos cantábricos.