El miedo
"Como soplaba un fuerte viento contra nosotros, prendieron fuego a los campos de trigo de los que les echamos... ¡Allí vi el infierno! Cuatrocientos heridos, tendidos sin poder moverse, atacados y resucitados por el fuego, cuatrocientos heridos transformados en teas vivientes, corriendo con sus miembros fracturados, gesticulando y gritando como condenados. Su pelo, al arder de golpe, en sentido vertical, les ponía sobre la cabeza una llama de Espíritu Santo, y los cartuchos explotaban en sus cartucheras. Nos quedamos mudos, sin pensar en ponernos a cubierto, mirando a cuatrocientos de los nuestros chisporroteando, retorciéndose y revolcándose en esa hoguera barrida por las ametralladoras, sin poder acercarnos. A uno le vi levantarse, delante de la ola de calor que se le venía encima, y fusilar a sus vecinos para ahorrarles esa muerte atroz. Entonces varios, a punto de ser alcanzados, se pusieron a gritar: «¡Disparad, compañeros, acabad con nosotros!», y tal vez algunos tuvieron ese monstruoso coraje..."
Gabriel Chevallier. El Miedo.
Gabriel Chevallier. El Miedo.
Bueno, pues os voy a hablar de este libro de Gabriel Chevalier que compré impulsivamente. Tan impulsivamente que me arriesgué a comprarlo en la fnac. Además me sorprendieron gratamente al mandármelo gratis a mi oficina de correos más cercana y al recibirlo al día siguiente de haberlo pedido.
Es un libro perfecto para conmemorar los cien años del inicio de la primera guerra mundial, o la Gran Guerra. Y es un libro de los que intuyes que están cargados de verdad.
Es un libro que yo creo que transmite la verdad de una guerra. Claro, eso no lo puedo saber porque no he estado, y ojalá nunca esté, en ninguna. Pero me da que transmite una idea muy real.
Muy real y horrorosa, claro. Pocos libros me han transmitido tanta verosimilitud. He de decir que es un libro que yo obligaría a leer a todo el mundo. Tenéis la suerte (o la desgracia) de que no sea vuestro jefe supremo y os lo imponga como requisito necesario para la ciudadanía.
El autor nos cuenta toda la guerra desde el inicio y el reclutamiento en ese caluroso verano de 1914 hasta el armisticio a las 11 de la mañana del 11 de noviembre de 1918 cuando finalizó la guerra.
Los pasajes de horrores, de muertes absurdas, de mandos incompetentes, de miedo antes de los ataques y durante los bombardeos, etc. están tan bien contados que te parece estarlos viviendo junto a ellos. Ya os digo que como pone en el fajín en palabras de Jacinto Antón: "pocas experiencias hay en la vida como leer El miedo".
En el libro pasamos por todas las fases de la guerra y de un soldado raso, un 'peludo' en el argot francés: el comienzo de la guerra, la movilización, el adiestramiento, la retaguardia, el frente, el personal de enlace, los enchufados, los heridos, las enfermeras, los avances, los retrocesos, la superchería sobre los ataques... en fin, una maravilla, aunque maravilla no sería la palabra precisa dado que realmente no es una lectura cómoda, pero sí que es de esos libros especiales que impactan contra uno y te conducen como por una puerta espacio-temporal al mismísimo corazón de la guerra.
En fin, ya habéis leído el primer párrafo que os he puesto en la reseña. Algunos más:
"No conozco efecto moral comparable al que provoca el bombardeo en el fondo de un refugio. La seguridad se paga allí con una sacudida, un desgaste de los nervios que son terribles. No conozco nada más deprimente que ese sordo martilleo que le acosa a uno bajo tierra, que le mantiene hundido en una galería maloliente que puede convertirse en la propia tumba. Para subir a la superficie, se requiere un esfuerzo del que la voluntad se vuelve incapaz si no se ha superado esa aprensión desde un principio. Hay que luchar contra el miedo desde los primeros síntomas, si no se cae presa de su hechizo, y entonces uno está perdido, se ve arrastrado a una debacle que la imaginación precipita con sus espantosas invenciones. Los centros nerviosos, una vez trastornados, mandan a contratiempo y traicionan incluso el instinto de conservación, por medio de sus decisiones absurdas. El colmo del horror, que se añade a esta depresión, es que el miedo deja al hombre la facultad de juzgarse. Éste se ve en el grado extremo de la ignominia y no puede levantarse, justificarse a sus propios ojos".
"Pero este muerto era como el guardián de un reino de los muertos. Este primer cadáver francés precedía a cientos de cadáveres franceses. La trinchera estaba llena de ellos. (Desembocábamos en nuestras antiguas primeras líneas, de donde había partido nuestro ataque de la víspera). Unos cadáveres en todas las posturas, que habían sufrido todo tipo de mutilaciones, todo tipo de desgarraduras y todo tipo de suplicios. Cadáveres enteros, serenos y correctos como santos de relicario; cadáveres intactos, sin rastro de heridas; cadáveres churreteados de sangre, manchados y como arrojados a la rebatiña de unas bestias inmundas; cadáveres calmos, resignados, anodinos; cadáveres aterradores de seres que se habían negado a morir, furiosos, deshechos, sacando pecho, despavoridos, que reclamaban justicia y maldecían. Todos torciendo el gesto, con sus pupilas apagadas y su tez de ahogados. Y pedazos de cadáveres, jirones de cuerpos y de ropas, órganos, miembros desparejados, carnes humanas rojas y violáceas, parecidas a la carne podrida de carnicería, grasas amarillentas y fofas, huesos que dejaban escapar la médula, tripas desenrolladas, como gusanos repulsivos que aplastamos no sin un temblor. El cuerpo del hombre muerto es algo que produce un asco invencible para el que vive, y ese asco es la señal de la completa anulación".
En fin, ya véis, la guerra. O como decía Kurtz en El corazón de las tinieblas, '¡El horror! ¡El horror!'.
Los pasajes de horrores, de muertes absurdas, de mandos incompetentes, de miedo antes de los ataques y durante los bombardeos, etc. están tan bien contados que te parece estarlos viviendo junto a ellos. Ya os digo que como pone en el fajín en palabras de Jacinto Antón: "pocas experiencias hay en la vida como leer El miedo".
En el libro pasamos por todas las fases de la guerra y de un soldado raso, un 'peludo' en el argot francés: el comienzo de la guerra, la movilización, el adiestramiento, la retaguardia, el frente, el personal de enlace, los enchufados, los heridos, las enfermeras, los avances, los retrocesos, la superchería sobre los ataques... en fin, una maravilla, aunque maravilla no sería la palabra precisa dado que realmente no es una lectura cómoda, pero sí que es de esos libros especiales que impactan contra uno y te conducen como por una puerta espacio-temporal al mismísimo corazón de la guerra.
En fin, ya habéis leído el primer párrafo que os he puesto en la reseña. Algunos más:
"No conozco efecto moral comparable al que provoca el bombardeo en el fondo de un refugio. La seguridad se paga allí con una sacudida, un desgaste de los nervios que son terribles. No conozco nada más deprimente que ese sordo martilleo que le acosa a uno bajo tierra, que le mantiene hundido en una galería maloliente que puede convertirse en la propia tumba. Para subir a la superficie, se requiere un esfuerzo del que la voluntad se vuelve incapaz si no se ha superado esa aprensión desde un principio. Hay que luchar contra el miedo desde los primeros síntomas, si no se cae presa de su hechizo, y entonces uno está perdido, se ve arrastrado a una debacle que la imaginación precipita con sus espantosas invenciones. Los centros nerviosos, una vez trastornados, mandan a contratiempo y traicionan incluso el instinto de conservación, por medio de sus decisiones absurdas. El colmo del horror, que se añade a esta depresión, es que el miedo deja al hombre la facultad de juzgarse. Éste se ve en el grado extremo de la ignominia y no puede levantarse, justificarse a sus propios ojos".
"Pero este muerto era como el guardián de un reino de los muertos. Este primer cadáver francés precedía a cientos de cadáveres franceses. La trinchera estaba llena de ellos. (Desembocábamos en nuestras antiguas primeras líneas, de donde había partido nuestro ataque de la víspera). Unos cadáveres en todas las posturas, que habían sufrido todo tipo de mutilaciones, todo tipo de desgarraduras y todo tipo de suplicios. Cadáveres enteros, serenos y correctos como santos de relicario; cadáveres intactos, sin rastro de heridas; cadáveres churreteados de sangre, manchados y como arrojados a la rebatiña de unas bestias inmundas; cadáveres calmos, resignados, anodinos; cadáveres aterradores de seres que se habían negado a morir, furiosos, deshechos, sacando pecho, despavoridos, que reclamaban justicia y maldecían. Todos torciendo el gesto, con sus pupilas apagadas y su tez de ahogados. Y pedazos de cadáveres, jirones de cuerpos y de ropas, órganos, miembros desparejados, carnes humanas rojas y violáceas, parecidas a la carne podrida de carnicería, grasas amarillentas y fofas, huesos que dejaban escapar la médula, tripas desenrolladas, como gusanos repulsivos que aplastamos no sin un temblor. El cuerpo del hombre muerto es algo que produce un asco invencible para el que vive, y ese asco es la señal de la completa anulación".
En fin, ya véis, la guerra. O como decía Kurtz en El corazón de las tinieblas, '¡El horror! ¡El horror!'.
Bueno, está claro que cuanto más crudo más realista.
ResponderEliminarEstoy por pedir que me quiten la ciudadanía, porque ya me ha entrado una depresión profunda de leer solo el primer párrafo.
ResponderEliminarAdemás me acabo de leer ¡Vivir! de Yu Huan, que te está contando todo el rato cómo sufren los chinos, que después de una batalla, cogen a todos los heridos, los llevan a un descampado sin atención médica de ningún tipo, y por la noche hace tanto frío, que van muriendo todos poco a poco de frío o por sus heridas.
Después te cuenta más cosas bonitas de la Revolución Cultural y el hambre y las penurias de los campesinos chinos, que están muy altos en el top ten de sufrimientos.
La primera guerra mundial es una guerra muy desconocida. Una guerra de posiciones, tal vez más bestial que la Segunda, porque ha tenido menos épica. Muy buen post. ¿Alguna orden a seguir, pues?
ResponderEliminarA mí me parece que es una visión de la guerra mucho más realista que esa del honor y la heroicidad que transmiten otros relatos de Guerra, Pseudosocióloga.
ResponderEliminarLoquemeahorro, te puedo convalidar las lecturas porque parece que tú también vas bien servida de horrores.
Carmen, yo no doy órdenes, solo sugiero... no me acuerdo qué tipo de líder era ese... XD
No creo que me lo lea porque me gusta pasármelo bien mientras leo y no sería el caso. En este caso me habría venido bien que fueras el Jefe supremo ;p.
ResponderEliminarEl primer párrafo, genial.
Lo leí la primavera pasada porque a mis hijas se lo recomendó la profesora de historia. Impactante. Un relato cruel y realista, al fin y al cabo el propio autor lo vivió, y transmite muy bien lo que sintió.
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno, Miss Hurry, no se lo pasa uno bien leyéndolo, pero creo que es una muy buena forma de saber cómo fue esa guerra de la que se van a cumplir dentro de poco cien años.
ResponderEliminarBlanca, estamos de acuerdo en lo que transmite. Una profesora que recomiende este libro creo que es una profesora que sabe lo que hace.