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Pues he terminado de leer este libro de María Dolores Jiménez-Blanco y Cindy Mack. Este libro me lo recomendó Molinos cuando comenté que había ido a visitar el museo Lázaro Galdiano. Son pequeñas biografías sobre los grandes coleccionistas de arte del último siglo. Decidí leerlo después de leerme Saqueo, el arte de robar arte, dado que están de alguna manera relacionados. De hecho muchas de las colecciones de las que se hablan terminaron en grandes museos como el Met, el Hermitage o el Louvre o constituyen museos autónomos como la Frick Collection, la Barnes Collection o el museo Gulbenkian.
Lo primero que me ha llamado la atención es el título de la introdución que es "El Arte de Colleccionar Arte" que parece bastante emparentado con el del otro libro. De hecho, he de reconocer que lo que me atrajo del otro libro, además del tema, fue el título de "El Arte de Robar Arte" que me parece buenísimo y es mucho mejor que su título en inglés. Supongo que habrá alguna relación entre ambos títulos.
En ese capítulo define la motivación del coleccionismo como "la irresistible atracción de lo extraordinario, en cualquiera de sus manifestaciones, junto con la urgencia por poseerlo". También se habla de cómo han influido en nuestra percepción del arte o de presentarnos una "imagen ordenada del mundo".
El libro es interesantísimo y, además, trae un montón de ilustraciones de las obras más significativas y muchas fotografías de los coleccionistas y sus familias. Cada capítulo son unas 15-20 páginas, lo suficiente para descubrir a personas fascinantes y dejarte con el gusanillo de querer saber más o visitar algún día alguno de esos museos.
Llama la atención que en la mayoría de los casos esas colecciones siguen más o menos íntegras y muchas de ellas han sido donadas al Estado por sus dueños. Las hay que se formaron durante varias generaciones y las hay que se adquirieron con gran rapidez. También hay algunas que se fueron haciendo a base de comprar otras colecciones y otras en las que cada objeto se iba eligiendo de uno en uno. Las hay más clásicas y más modernas. Muchos de los coleccionistas se conocieron y se compraron y vendieron obras entre ellos o unos se adelantaron a otros.
Cuenta una anécdota sobre dos de estos coleccionistas, Duncan Phillips y Albert C. Barnes, bastante divertida. El señor Barnes era un gran coleccionista de obras de Renoir y Phillips se le adelantó comprando el almuerzo de los remeros, uno de los cuadros más famosos de Renoir. Al ir a verlo a la colección de Phillips, Barnes le preguntó con displicencia si aquel era su único Renoir, a lo que el señor Phillips respondió: "Es el único que necesito".
He descubierto a personajes que desconocía totalmente como Richard Wallace (me lo apunto para la próxima vez que vaya a Londres), he descubierto alguna faceta que ignoraba de otros como Cambó. Me ha extrañado, no porque no los haya, sino porque se nos da esa otra idea, de encontrarme con un señor profundamente catalán y profundamente español y que trató en vida de mejorar tanto el Museo del Prado como las colecciones de Cataluña.
Los retratos están hechos de una manera más o menos cronológica y se ve el cambio de gustos en el coleccionismo. Desde los coleccionistas de obras clásicas a los impresionistas, post impresionistas, cubistas...
Yo he de decir que con los últimos coleccionistas no tengo ni un solo punto de contacto. Sus colecciones de obras me parecen horrorosas y no creo que fuera a verlas. No consigo saber qué ve la gente en un Tàpies. Y la impresión y hondura de ver un cuadro como este:
No creo que nunca me vaya a pasar viendo algo como esto:
O esto:
Ya he dicho varias veces que conozco mis limitaciones. Aún así este cuadro me parece infinitamente más bueno, dentro de que no dejo de ver un cuadro morado, que algo como esto que ya me parece de tomar el pelo a la gente:
En fin, tampoco quiero discutir de eso y al que le parezca bonito o le suscite reacciones que le remuevan algo dentro, pues estupendamente, no vamos a pelearnos por ir a verlos.
En el caso de la colección de Panza escriben las autoras: "La óptica de Panza, su búsqueda de aquello que caracteriza al hombre del siglo XX, con sus preocupaciones morales y científicas, otorga a las piezas de la colección un nuevo sentido que permite enlazar el informalismo de Tàpies o Fautrier, el expresionismo abstracto de Kline o Rothko, el neodadaísmo de Rauschenberg y del pop de Rosenquist, Oldenburg o Lichtenstein, con el arte minimal y el arte conceptual. Esos últimos fueron, en cierta medida, artes a contra corriente que coinciden con las anteriores en su interés por hacer visibles conceptos filosóficos o experiencias intelectuales para determinar las razones ulteriores de la existencia". Alabo el esfuerzo de hacer visible un concepto filosófico pintando un calzoncillo o colgando un cuadro en blanco, pero yo ahí sigo sin llegar y lo único que me genera es pensar que vaya engaño.
Bueno, dejando aparte esas cuestiones, es un libro buenísimo y os lo recomiendo vivamente si os gusta el arte y la historia del arte, especialmente de los dos últimos siglos.
Ahora retomo la segunda guerra mundial y me pongo a leer Tierras de Sangre que promete. La introducción es espectacular. Además fue un regalo de cumpleaños de Bichejo y N.
Lo primero que me ha llamado la atención es el título de la introdución que es "El Arte de Colleccionar Arte" que parece bastante emparentado con el del otro libro. De hecho, he de reconocer que lo que me atrajo del otro libro, además del tema, fue el título de "El Arte de Robar Arte" que me parece buenísimo y es mucho mejor que su título en inglés. Supongo que habrá alguna relación entre ambos títulos.
En ese capítulo define la motivación del coleccionismo como "la irresistible atracción de lo extraordinario, en cualquiera de sus manifestaciones, junto con la urgencia por poseerlo". También se habla de cómo han influido en nuestra percepción del arte o de presentarnos una "imagen ordenada del mundo".
El libro es interesantísimo y, además, trae un montón de ilustraciones de las obras más significativas y muchas fotografías de los coleccionistas y sus familias. Cada capítulo son unas 15-20 páginas, lo suficiente para descubrir a personas fascinantes y dejarte con el gusanillo de querer saber más o visitar algún día alguno de esos museos.
Llama la atención que en la mayoría de los casos esas colecciones siguen más o menos íntegras y muchas de ellas han sido donadas al Estado por sus dueños. Las hay que se formaron durante varias generaciones y las hay que se adquirieron con gran rapidez. También hay algunas que se fueron haciendo a base de comprar otras colecciones y otras en las que cada objeto se iba eligiendo de uno en uno. Las hay más clásicas y más modernas. Muchos de los coleccionistas se conocieron y se compraron y vendieron obras entre ellos o unos se adelantaron a otros.
Cuenta una anécdota sobre dos de estos coleccionistas, Duncan Phillips y Albert C. Barnes, bastante divertida. El señor Barnes era un gran coleccionista de obras de Renoir y Phillips se le adelantó comprando el almuerzo de los remeros, uno de los cuadros más famosos de Renoir. Al ir a verlo a la colección de Phillips, Barnes le preguntó con displicencia si aquel era su único Renoir, a lo que el señor Phillips respondió: "Es el único que necesito".
He descubierto a personajes que desconocía totalmente como Richard Wallace (me lo apunto para la próxima vez que vaya a Londres), he descubierto alguna faceta que ignoraba de otros como Cambó. Me ha extrañado, no porque no los haya, sino porque se nos da esa otra idea, de encontrarme con un señor profundamente catalán y profundamente español y que trató en vida de mejorar tanto el Museo del Prado como las colecciones de Cataluña.
Los retratos están hechos de una manera más o menos cronológica y se ve el cambio de gustos en el coleccionismo. Desde los coleccionistas de obras clásicas a los impresionistas, post impresionistas, cubistas...
Yo he de decir que con los últimos coleccionistas no tengo ni un solo punto de contacto. Sus colecciones de obras me parecen horrorosas y no creo que fuera a verlas. No consigo saber qué ve la gente en un Tàpies. Y la impresión y hondura de ver un cuadro como este:
No creo que nunca me vaya a pasar viendo algo como esto:
O esto:
Ya he dicho varias veces que conozco mis limitaciones. Aún así este cuadro me parece infinitamente más bueno, dentro de que no dejo de ver un cuadro morado, que algo como esto que ya me parece de tomar el pelo a la gente:
En fin, tampoco quiero discutir de eso y al que le parezca bonito o le suscite reacciones que le remuevan algo dentro, pues estupendamente, no vamos a pelearnos por ir a verlos.
En el caso de la colección de Panza escriben las autoras: "La óptica de Panza, su búsqueda de aquello que caracteriza al hombre del siglo XX, con sus preocupaciones morales y científicas, otorga a las piezas de la colección un nuevo sentido que permite enlazar el informalismo de Tàpies o Fautrier, el expresionismo abstracto de Kline o Rothko, el neodadaísmo de Rauschenberg y del pop de Rosenquist, Oldenburg o Lichtenstein, con el arte minimal y el arte conceptual. Esos últimos fueron, en cierta medida, artes a contra corriente que coinciden con las anteriores en su interés por hacer visibles conceptos filosóficos o experiencias intelectuales para determinar las razones ulteriores de la existencia". Alabo el esfuerzo de hacer visible un concepto filosófico pintando un calzoncillo o colgando un cuadro en blanco, pero yo ahí sigo sin llegar y lo único que me genera es pensar que vaya engaño.
Bueno, dejando aparte esas cuestiones, es un libro buenísimo y os lo recomiendo vivamente si os gusta el arte y la historia del arte, especialmente de los dos últimos siglos.
Ahora retomo la segunda guerra mundial y me pongo a leer Tierras de Sangre que promete. La introducción es espectacular. Además fue un regalo de cumpleaños de Bichejo y N.
Que bien que te haya gustado!!
ResponderEliminarPues sí, mucho. Gracias por la recomendación!
ResponderEliminarMe encanta la Frick , un cuadrito de cada maestro y en un sitio espectacular. La Gubelkian me gusta pero en algunos aspectos parece un bazar chino.Vi en el Gugenheim de Bilbao la colección minimalista de los Panza , salas y salas llenas de cuadros blancos , una tomadura de pelo.
ResponderEliminarNo me disgusta tanto el cuadro de las braguitas
Nosotros no la vimos. La próxima vez que vayamos a NY... Tampoco vimos la Hispanic Society ni los claustros.
ResponderEliminarEstá claro que cuanto más conoces, más te queda por conocer...
Yo envidio a quien pueda mirar un cuadro en blanco y le sugiera pensamientos sobre la vaciedad del mundo, pero yo solo puedo pensar que vaya timo.
Con Tapies me pasa lo mismo. Limitado que es uno en sus gustos.
Ainsssss,yo estuve hace dos semanas en el López Galdiano y la semana anterior no pude entrar en el Frick porque era lunes.Que digo yo, la publicidad de que ahora los museos madrileños van a abrir los lunes para ser más internacionales ¿quién la ha ideado? porque en Londres, París y Nueva York siguen cerrando los lunes.
ResponderEliminarMe anoto el libro.
¡Ah! y Tapies no me gusta nada de nada.
ResponderEliminarPues vaya chasco! Lo de los horarios de los museos es una lata. Yo no he podido ir muchas veces en París porque a las cinco cierran...
ResponderEliminarEl libro está muy bien. La única pega es que pesa bastante. Muy de bolsillo no es.