Yo no
Bueno, pues ya de vuelta de estas súper vacaciones toca hablaros de... ¡¡¡LIBROS!!! Sí, sí, tranquilos, no os pongáis nerviosos, ya sé lo que os gustan mis diatribas sobre libros. Tranquilos, ¡que habrá varias!
El primer libro se llama Yo No y es de Joachim Fest. Son sus memorias sobre la época del nazismo y la segunda guerra mundial y cómo su familia se opuso al nazismo. Más que yo no, deberían haberse llamado mi padre no, porque el autor es un chaval y solo al final de la guerra es llamado a filas. Su padre era director de escuela y se negó a aceptar las órdenes que los demás sí que aceptaban, aunque fuera solo por aparentar, por no meterse en líos. Eso le costó su cargo de director, el de profesor y la imposibilidad de trabajar en cualquier otra cosa. Él se mantuvo firme. Es interesante porque gran parte del auge del nazismo se basó en dejar hacer. Convencidos, convencidos había bastantes, pero su gran éxito fue que la gente se puso de perfil para que no le tocaran lo suyo, para que no los señalaran. Hace un par de años salió Günter Grass diciendo que él había sido de las SS, pero que no lo hizo voluntariamente, cosa difícil de creer, siendo las SS el cuerpo de élite del ejército nazi. Cierto es que tenía 17 años. Por contra, Joachim Fest cuenta como sus padres intentaron por todos los medios que no los reclutaran y cómo cuando el propio Joachim elige voluntariamente el ejército como mal menor para no tener que alistarse en el partido nazi, su padre se enfada por haber elegido el mal menor, siendo las dos opciones malas.
Claro, que a su padre finalmente lo obligan a alistarse y lo mandan al frente ruso de donde vuelve hecho una ruina. Fest también cuenta su estancia en un campo de prisioneros en Francia y como tuvo que soportar que le llamaran nazi. También cuenta como los americanos que eran los que llevaban el campo de prisioneros quisieron pasárselo a los franceses y como se negaron e intentaron escapar porque sabían que los franceses no iban a mostrarse 'cariñosos' con ellos. Más aún cuando aparecían como potencia ganadora no habiendo ganado nada, como comenta en el libro, allí, una vez acabada la guerra es donde se forja la "heróica Résistance".
Me ha gustado, aunque he tardado un montón en leérmelo. Me pilló después del atracón de Semana Santa y estaba un poco saturado. Además no caí en su momento, pero este escritor es el autor de El Hundimiento, libro en el que está basada la película de hace unos años sobre los últimos días de Hitler y que me pareció horrorosa y aburridísima. Este libro está bien. Permite ver, además, lo repipis que nos parecen los jóvenes de no hace tanto tiempo. Ese ponerse a hablar de la delicadeza de las rimas de Schiller, o de Goethe con doce o catorce años resulta impensable hoy en día.
Es otro punto de vista. El de un alemán que dijo no al nazismo. También los hubo y conviene no perderlo de vista para no generalizar. Os dejo unos parrafillos para ver si os animáis a leerlo:
"Muchos contribuían a esta obra de destrucción, envalentonados por las consignas de la época, que en conjunto apuntaban al precipicio y a la ruina: crepúsculo de la humanidad, tormenta de acero, apocalipsis o hundimiento de Occidente. «Los procesos de decadencia -decía un amigo de mis padres, el diputado centrista Richard Schönborn- empiezan siempre por el mundo de los conceptos. Un país y una sociedad que utilizan semejantes vocablos como palabras de última moda no pueden sobrevivir mucho tiempo»".
"Delante de los pequeños tenía que refrenarse, al igual que hacía al entrar en cualquier tienda, ante el más ridículo empleado de taquilla o desde hacía ya dos años -por ley- al recoger a sus hijos al colegio. No lo soportaba, y finalizó con las siguientes palabras: «Un Estado que convierte todo en una mentira no debe entrar en nuestra casa. Al menos en el seno de mi familia no quiero estar sometido a la tan extendida costumbre de mentir»".
"Él siempre llevaba un objeto en cada mano para evitar tener que hacer el saludo hitleriano, que siempre le exigían, aunque solo fuera levantando el brazo hasta el hombro. Yo no saludo cuando tengo una mano libre -repliqué yo con aire jactanciosos, y anadí-: mi padre tampoco lo hace, ni siquiera cuando tiene las dos manos libres".
"...cada uno de nosotros recibió en ese paseo una especie de reglas de conducta. A mí me dijo mi padre que él solía dividir a las personas en los que preguntan y los que responden. Los nazis, por ejemplo, eran gente que siempre tenía una respuesta. Yo debía procurar estar siempre entre los que preguntan".
"Los extravíos de los gestos dictados por el espíritu de los tiempos eran claramente visibles para cualquiera que supiera entender las señales del propio tiempo. Ya en los años treinta, el comunismo y su imitador, el nacionalsocialismo, deberían haber puesto en guardia a todo observador imparcial frente a los radicalismos. Las atrocidades resultantes de las fórmulas de interpretar el mundo del uno y del otro eran demasiado evidentes. Pero muchos no podían resistirse a la seducción de una utopía muy alejada de la realidad. Incluso hoy sigue habiendo no pocos habladores retóricos que conservan un apego sentimental a un Ismo ideologizado y deplorable de uno u otro signo. En cambio, ya en mi época en la RIAS tenía muy grabada una cita de Henry David Thoreau, mucho más inteligente, el cual, ante un visitante que decía que le quería hacer el bien, le contestó que él prefería escapar y vivir su vida".
"El pasado es siempre un museo imaginario. Con posterioridad, uno no escribe lo que ha vivido, sino lo que el tiempo, el cambio de perspectiva y la propia voluntad que se imprime a las formas han hecho en el caos de las vivencias medio sepultados. En conjunto, uno es menos fiel a cómo pasaron las cosas que a cómo era él, a quién es. Ésta es no solo la flaqueza de los libros de memorias, sino también su justificación".
El primer libro se llama Yo No y es de Joachim Fest. Son sus memorias sobre la época del nazismo y la segunda guerra mundial y cómo su familia se opuso al nazismo. Más que yo no, deberían haberse llamado mi padre no, porque el autor es un chaval y solo al final de la guerra es llamado a filas. Su padre era director de escuela y se negó a aceptar las órdenes que los demás sí que aceptaban, aunque fuera solo por aparentar, por no meterse en líos. Eso le costó su cargo de director, el de profesor y la imposibilidad de trabajar en cualquier otra cosa. Él se mantuvo firme. Es interesante porque gran parte del auge del nazismo se basó en dejar hacer. Convencidos, convencidos había bastantes, pero su gran éxito fue que la gente se puso de perfil para que no le tocaran lo suyo, para que no los señalaran. Hace un par de años salió Günter Grass diciendo que él había sido de las SS, pero que no lo hizo voluntariamente, cosa difícil de creer, siendo las SS el cuerpo de élite del ejército nazi. Cierto es que tenía 17 años. Por contra, Joachim Fest cuenta como sus padres intentaron por todos los medios que no los reclutaran y cómo cuando el propio Joachim elige voluntariamente el ejército como mal menor para no tener que alistarse en el partido nazi, su padre se enfada por haber elegido el mal menor, siendo las dos opciones malas.
Claro, que a su padre finalmente lo obligan a alistarse y lo mandan al frente ruso de donde vuelve hecho una ruina. Fest también cuenta su estancia en un campo de prisioneros en Francia y como tuvo que soportar que le llamaran nazi. También cuenta como los americanos que eran los que llevaban el campo de prisioneros quisieron pasárselo a los franceses y como se negaron e intentaron escapar porque sabían que los franceses no iban a mostrarse 'cariñosos' con ellos. Más aún cuando aparecían como potencia ganadora no habiendo ganado nada, como comenta en el libro, allí, una vez acabada la guerra es donde se forja la "heróica Résistance".
Me ha gustado, aunque he tardado un montón en leérmelo. Me pilló después del atracón de Semana Santa y estaba un poco saturado. Además no caí en su momento, pero este escritor es el autor de El Hundimiento, libro en el que está basada la película de hace unos años sobre los últimos días de Hitler y que me pareció horrorosa y aburridísima. Este libro está bien. Permite ver, además, lo repipis que nos parecen los jóvenes de no hace tanto tiempo. Ese ponerse a hablar de la delicadeza de las rimas de Schiller, o de Goethe con doce o catorce años resulta impensable hoy en día.
Es otro punto de vista. El de un alemán que dijo no al nazismo. También los hubo y conviene no perderlo de vista para no generalizar. Os dejo unos parrafillos para ver si os animáis a leerlo:
"Muchos contribuían a esta obra de destrucción, envalentonados por las consignas de la época, que en conjunto apuntaban al precipicio y a la ruina: crepúsculo de la humanidad, tormenta de acero, apocalipsis o hundimiento de Occidente. «Los procesos de decadencia -decía un amigo de mis padres, el diputado centrista Richard Schönborn- empiezan siempre por el mundo de los conceptos. Un país y una sociedad que utilizan semejantes vocablos como palabras de última moda no pueden sobrevivir mucho tiempo»".
"Delante de los pequeños tenía que refrenarse, al igual que hacía al entrar en cualquier tienda, ante el más ridículo empleado de taquilla o desde hacía ya dos años -por ley- al recoger a sus hijos al colegio. No lo soportaba, y finalizó con las siguientes palabras: «Un Estado que convierte todo en una mentira no debe entrar en nuestra casa. Al menos en el seno de mi familia no quiero estar sometido a la tan extendida costumbre de mentir»".
"Él siempre llevaba un objeto en cada mano para evitar tener que hacer el saludo hitleriano, que siempre le exigían, aunque solo fuera levantando el brazo hasta el hombro. Yo no saludo cuando tengo una mano libre -repliqué yo con aire jactanciosos, y anadí-: mi padre tampoco lo hace, ni siquiera cuando tiene las dos manos libres".
"...cada uno de nosotros recibió en ese paseo una especie de reglas de conducta. A mí me dijo mi padre que él solía dividir a las personas en los que preguntan y los que responden. Los nazis, por ejemplo, eran gente que siempre tenía una respuesta. Yo debía procurar estar siempre entre los que preguntan".
"Los extravíos de los gestos dictados por el espíritu de los tiempos eran claramente visibles para cualquiera que supiera entender las señales del propio tiempo. Ya en los años treinta, el comunismo y su imitador, el nacionalsocialismo, deberían haber puesto en guardia a todo observador imparcial frente a los radicalismos. Las atrocidades resultantes de las fórmulas de interpretar el mundo del uno y del otro eran demasiado evidentes. Pero muchos no podían resistirse a la seducción de una utopía muy alejada de la realidad. Incluso hoy sigue habiendo no pocos habladores retóricos que conservan un apego sentimental a un Ismo ideologizado y deplorable de uno u otro signo. En cambio, ya en mi época en la RIAS tenía muy grabada una cita de Henry David Thoreau, mucho más inteligente, el cual, ante un visitante que decía que le quería hacer el bien, le contestó que él prefería escapar y vivir su vida".
"El pasado es siempre un museo imaginario. Con posterioridad, uno no escribe lo que ha vivido, sino lo que el tiempo, el cambio de perspectiva y la propia voluntad que se imprime a las formas han hecho en el caos de las vivencias medio sepultados. En conjunto, uno es menos fiel a cómo pasaron las cosas que a cómo era él, a quién es. Ésta es no solo la flaqueza de los libros de memorias, sino también su justificación".
Estamos en momentos lectores TAN distintos que probablemente no me lo lea nunca.
ResponderEliminarBienvenidos.
El de la Lindo es el siguiente que me vais a prestar cuando os devuelva los que tengo.
Los germanos son muy pedantes al hablar en general, ya lo comenté de mis becarios, así que no me extraña que en esa época citaran a escritores o lo que tocara. Es como si todos fueran de Organización Industrial ;)
ResponderEliminarPues el de la Lindo estará a tu disposición cuando quieras, creo, que es de Anniehall. Yo ya me lo he leído y está bastante bien.
ResponderEliminarEliahh, es un pedantismo más que de Organización Industrial de niño empollón que tiene que recibir muchas collejas. A lo mejor eso nos diferencia de los alemanes. Aquí le damos collejas por empollón y allí fomentan el empollonismo...