Como una novela
Este mes en el Club de Lectura 2.0 hemos leído este libro de Daniel Pennac a propuesta mía. El año pasado me leí Mal de Escuela que me gustó bastante. Este es un poco similar, aunque se centra más en la lectura. En cómo nos empeñamos en que nuestros hijos lean convirtiendo la lectura, que debería ser un placer, en una tarea, una obligación. Eso es en parte cierto. Muchas veces queremos que nuestros hijos lean porque hay que leer y se puede terminar obligándolos a leer.
Pone ejemplos que yo creo que pasan en todas las casas como castigar sin ver la tele lo que convierte a la tele en el premio supremo. Y ya si decimos que o lees o no hay tele pues es el combo desmotivador completo.
Dice que la lectura tiene que ser un placer y que cada uno lea lo que quiera. O que intentemos prohibírselo. Él recuerda las noches con la linterna bajo las mantas leyendo porque le habían mandado a la cama y era "lo prohibido". Ya he contado yo varias veces que de pequeño solo leía tebeos y no leí novelas hasta bastante mayor. También, cuando me tocaba estudiar en verano las asignaturas que había suspendido, escondía algún libro en mi habitación y me ponía a leerlo a hurtadillas. Así me lució el pelo, claro. Aunque por otro lado descubrí el placer de la lectura.
El libro tiene puntos de contacto con el de Bayard de como hablar de los libros que no se han leído y proclama sus diez derechos del lector: "En materia de lectura, nosotros, «lectores», nos permitimos todos los derechos, comenzando por aquellos que negamos a los jóvenes a los que pretendemos iniciar en la lectura:
- El derecho a no leer.
- El derecho a saltarnos las páginas.
- El derecho a no terminar un libro.
- El derecho a releer.
- El derecho a leer cualquier cosa.
- El derecho al bovarismo.
- El derecho a leer en cualquier sitio.
- El derecho a hojear.
- El derecho a leer en voz alta.
- El derecho a callarnos".
En todos estoy de acuerdo. El del derecho al bovarismo podríamos traducirlo por derecho al quijotismo, esto es, a creernos lo que leemos y borrar la línea entre ficción y realidad.
Tengo que decir que yo he debido ser un caso raro porque en todos mis años en la escuela, desde los 6 a los 18, no me hicieron leer más de dos o tres libros. Recuerdo uno de Orzowei, recuerdo el Camino de Delibes y alguno de inglés de esos resumidos. Ni el Quijote, ni el Lazarillo, ni nada de nada.
Ahora les he propuesto a mis hijos que después de leerles el cuento de por la noche se pueden quedar un rato leyendo ellos solos si quieren. Todavía está en fase de experimentación, pero parece algo prometedor.
Os pongo algunos párrafos que me han gustado especialmente:
"El tiempo para leer siempre es tiempo robado. (Al igual que el tiempo para escribir, por otra parte, o el tiempo para amar.) ¿Robado a qué? Digamos que al deber de vivir. Ésta es, sin duda, la razón de que el metro -símbolo arraigado de dicho deber- resulte ser la mayor biblioteca del mundo. El tiempo para leer, al igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo de vivir".
"Si pensamos en la parte de las grandes lecturas que debemos a la Escuela, a la Crítica, a todas las formas de publicidad, o, por el contrario, al amigo, al amante, al compañero de clase, o a veces incluso a la familia -cuando no coloca los libros en el estante de la educación-, el resultado es claro: las cosas más hermosas que hemos leído se las debemos casi siempre a un ser querido. Y a un ser querido será el primero a quien hablemos de ellas. Quizá, justamente, porque lo típico del sentimiento, al igual que del deseo de leer, consiste en preferir. Amar, a fin de cuentas, es regalar nuestras preferencias a los que preferimos. Y estos repartos pueblan la invisible ciudadela de nuestra libertad. Estamos habitados por libros y por amigos".
"Una lectura bien llevada salva de todo, incluido uno mismo. Y, por encima de todo, leemos contra la muerte. Es Kafka leyendo contra los proyectos mercantiles del padre, es Flannery O'Connor leyendo a Dostoievski contra la ironía de la madre («¿El idiota? ¡Te va que ni pintado pedir un libro con un título semejante!»), es Thibaudet leyendo a Montaigne en las trincheras de Verdún, es Henri Mondar sumido en su Mallarmé en la Francia de la Ocupación y del mercado negro, es el periodista Kauffmann releyendo indefinidamente el mismo tomo de Guerra y paz en los calabozos de Beirut, es ese enfermo, operado sin anestesia, del que Valéry nos dice que «encontró algún alivio, o, mejor dicho, cierta renovación de sus fuerzas, y de su paciencia, recitando, entre dolor y dolor, un poema que le gustaba», Y es, claro está, la confesión de Montesquieu cuya deformación pedagógica ha suscitado tantas redacciones: «El estudio ha sido para mí el remedio soberano contra los disgustos, no habiendo sufrido jamás pena que una hora de lectura no haya aliviado.» Pero es, de manera más cotidiana, el refugio del libro contra la crepitación de la lluvia, el silencioso deslumbramiento de las páginas contra la cadencia del metro, la novela metida en el cajón de la secretaria, la breve lectura del profe cuando se largan los alumnos, y el alumno del fondo de la clase leyendo a escondidas, mientras espera a entregar el ejercicio en blanco..."
En fin, un libro que me ha gustado mucho. Por ponerle alguna pega diré que hay momentos en los que va de sobrado y con un tonillo de estar de vuelta de todo que podría haberse ahorrado, pero es un libro muy bueno sobre el placer de leer y como intentar que también siga siendo un placer para nuestros hijos. Os lo recomiendo.
Tenéis otras reseñas en el Club de Lectura (Bichejo), en el blog de Juanjo, en el de Livia y en el de Carmen.
Tengo que decir que yo he debido ser un caso raro porque en todos mis años en la escuela, desde los 6 a los 18, no me hicieron leer más de dos o tres libros. Recuerdo uno de Orzowei, recuerdo el Camino de Delibes y alguno de inglés de esos resumidos. Ni el Quijote, ni el Lazarillo, ni nada de nada.
Ahora les he propuesto a mis hijos que después de leerles el cuento de por la noche se pueden quedar un rato leyendo ellos solos si quieren. Todavía está en fase de experimentación, pero parece algo prometedor.
Os pongo algunos párrafos que me han gustado especialmente:
"El tiempo para leer siempre es tiempo robado. (Al igual que el tiempo para escribir, por otra parte, o el tiempo para amar.) ¿Robado a qué? Digamos que al deber de vivir. Ésta es, sin duda, la razón de que el metro -símbolo arraigado de dicho deber- resulte ser la mayor biblioteca del mundo. El tiempo para leer, al igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo de vivir".
"Si pensamos en la parte de las grandes lecturas que debemos a la Escuela, a la Crítica, a todas las formas de publicidad, o, por el contrario, al amigo, al amante, al compañero de clase, o a veces incluso a la familia -cuando no coloca los libros en el estante de la educación-, el resultado es claro: las cosas más hermosas que hemos leído se las debemos casi siempre a un ser querido. Y a un ser querido será el primero a quien hablemos de ellas. Quizá, justamente, porque lo típico del sentimiento, al igual que del deseo de leer, consiste en preferir. Amar, a fin de cuentas, es regalar nuestras preferencias a los que preferimos. Y estos repartos pueblan la invisible ciudadela de nuestra libertad. Estamos habitados por libros y por amigos".
"Una lectura bien llevada salva de todo, incluido uno mismo. Y, por encima de todo, leemos contra la muerte. Es Kafka leyendo contra los proyectos mercantiles del padre, es Flannery O'Connor leyendo a Dostoievski contra la ironía de la madre («¿El idiota? ¡Te va que ni pintado pedir un libro con un título semejante!»), es Thibaudet leyendo a Montaigne en las trincheras de Verdún, es Henri Mondar sumido en su Mallarmé en la Francia de la Ocupación y del mercado negro, es el periodista Kauffmann releyendo indefinidamente el mismo tomo de Guerra y paz en los calabozos de Beirut, es ese enfermo, operado sin anestesia, del que Valéry nos dice que «encontró algún alivio, o, mejor dicho, cierta renovación de sus fuerzas, y de su paciencia, recitando, entre dolor y dolor, un poema que le gustaba», Y es, claro está, la confesión de Montesquieu cuya deformación pedagógica ha suscitado tantas redacciones: «El estudio ha sido para mí el remedio soberano contra los disgustos, no habiendo sufrido jamás pena que una hora de lectura no haya aliviado.» Pero es, de manera más cotidiana, el refugio del libro contra la crepitación de la lluvia, el silencioso deslumbramiento de las páginas contra la cadencia del metro, la novela metida en el cajón de la secretaria, la breve lectura del profe cuando se largan los alumnos, y el alumno del fondo de la clase leyendo a escondidas, mientras espera a entregar el ejercicio en blanco..."
En fin, un libro que me ha gustado mucho. Por ponerle alguna pega diré que hay momentos en los que va de sobrado y con un tonillo de estar de vuelta de todo que podría haberse ahorrado, pero es un libro muy bueno sobre el placer de leer y como intentar que también siga siendo un placer para nuestros hijos. Os lo recomiendo.
Tenéis otras reseñas en el Club de Lectura (Bichejo), en el blog de Juanjo, en el de Livia y en el de Carmen.
Tomo nota.
ResponderEliminarMenos mal que al menos he acertado con castigarla sin cuento.
He oído bastante hablar de este libro y de los derechos del autor, y creo que me gustaría, como aficionada a la lectura (en el metro) que soy.
ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo en que no hay que decirle a los niños "hay que leer" ya que a nadie se le ocurre decirle a los niños "hay que jugar a la play".
Lo que me sorprende es la de adultos que hacen lo propio con ellos mismos: por ejemplo, sabrás que tenemos una lectura conjunta de los Episodios Nacionales (dos al año) y me asombra la de comentarios que dicen "Debería leer a este autor", "Tengo que empezar con los Episodios Nacionales"...
No, no!! No "debes", que esto no es pagar el IRPF, lo hacemos porque es divertido.
La lectura conjunta:
http://fromisiblog.articulo19.com/?p=11797
Bueno, Pseudosocióloga, nosotros se momento los castigamos sin leerles el cuento. Lo de leer por ellos mismos va un poco lento, la verdad.
ResponderEliminarSí que estaba al tanto de vuestra lectura conjunta, Loquemeahorro. Me parece fantástica, pero como dices tiene que ser porque quieres. Leer por obligación no suele dar buenos resultados.
A mí también me ha gustado mucho. La reflexión sobre la tele no se me había ocurrido nunca, pero es que es así.
ResponderEliminarY luego que tiene un trasfondo de amor por la enseñanza muy humanista y muy bonito, que también se nota en Mal de escuela.
Lo del castigo tiene su sentido... Hace años tenía un alumno que no hacía nada en clase, salvo leer y leer; en una junta acordamos quitarle los libros para que atendiera, jamás pude porque pensaba "si no hace nada ¿cómo le voy a castigar en lo único que hace bien?"
ResponderEliminarYo creo que lo fundamental está en casa, si lees libros a tus hijos es mucho más fácil que lean por sí mismos, si te ven leer y disfrutar con ello lo harán.. En cualquier caso la mayoría de los niños leen (si tienen libros en casa para ellos, obvio... he oído cada cosa al respecto uff), dejan de leer a los 11-13 años, y es ahí donde hay que ponerle estatuas a Rowling, a Ende, a Verne...
El problema que tengo con Pennac es que le parece horrible que se pida un libro concreto en las escuelas... vale, puede ser malo pero es necesario que aprendan literatura en contexto de la misma manera que si no te gustan las matemáticas te aguantas y haces los ejercicios... Se trata, desde el prisma de quien no tiene hijos de ninguna edad pero sí ha mandado lecturas obligatorias, de transmitir que un libro concreto puede no gustarte nada como no te gustan las lentejas y te las comes igual (si es para el cole, si no que le zurzan), pero que habrá otro que te alucine
Me alegro de que te haya gustado, Carmen. Sí, es un escritor que me gusta, que transmite. Y creo que tiene razón en muchas cosas.
ResponderEliminarLivia, ahora voy a tu blog a comentarte y entiendo tu punto de vista, aunque no sé si será correcto tampoco en matemáticas. Porque eso de que la letra con sangre entra (entiéndase metafóricamente) no lo tengo nada claro. Ya te digo que en mi caso no me hicieron leer prácticamente nada en el colegio, Y nada son dos libros en doce años, o sea que sí, nada. Y he salido bastante lector. Entiendo que tienes razón en ese lector/no lector, pero creo que al colegio hay que llegar leído de casa porque si no es muy difícil despertar el apetito lector a la fuerza.
Mi sufrimiento lector más estremecedor fue cuando me recomendaron leer a mi hijo, entonces bebé, por un problema de audición. Fue leer dos veces "la trona, la fruta, el chupete" y darme tal sarta de retortijones cerebrales que consideré seriamente leer el librete una tercera vez a ver si podía lobotomizarme a base de empacho de lectura de memeces; como no lo hice, empecé a leerle uno de aventuras de Guillermo el travieso.
ResponderEliminarYo no sé quien escribe esos libros para bebés, pero es un psicópata muy sutil, empeñado en criar generaciones que aborrezcan la lectura y padres lobotomizados, a buen seguro.
Yo leo por curiosidad, y por placer. No siempre coinciden ambos. No me compraron un libro para mi edad hasta que tenía más de 12 años. No me leí nunca uno de los obligatorios para el cole, funcionaba un mercado negro anterior a internet la mar de provechoso. Todavía sigo sin haberlos leído. Pero disponía de muchos libros de adulto a mi alcance. Pero ni leían ni comentaban delarte de mi.
Supongo que los libros del cole están bien para quien no los tiene en casa, hay muchos. Pero a leer te lleva la curiosidad, y el placer. Según lo veo yo.
Buena discusión, y muy buenas aportaciones. Un saludo.
Si
El Si se me ha escapado, es un borrón ;).
EliminarEs curioso que todos hemos señalado el decálogo, seguramente es lo más llamativo y para mí lo que me ha reconciliado con un libro que me estaba dejando fría.
ResponderEliminarLos lectores tardíos sois mejores lectores, a ver si desarrollo eso este mes, en lugar de ser una vaga.