The Blank Slate (II)
Sigo con la serie que va acompañando a mi lectura de este libro tan denso y que prácticamente tengo subrayado en su totalidad. He encontrado una mini reseña en jotdown sobre el libro. Era una serie que hicieron varios de sus articulistas sobre "el libro que leería durante la película que no puedo perderme" o algo así. El tío va de bastante sobrado, pero por si os interesa ahí tenéis el enlace y un resumen menos peñazo que los míos.
Nos habíamos quedado en que la naturaleza humana tiene un componente innato en el que aspectos como la personalidad o la inteligencia parecían tener una correlación genética y no familiar, aunque en eso entraremos más a fondo cuando llegue al capítulo específico sobre la infancia y la educación. Habíamos visto el resumen que nos hizo NáN en los comentarios sobre la aportación de Chomsky al conocimiento de la forma en que la pregramática es innata en el ser humano. Todo eso viene también en el libro, pero, en fin, siguiendo adelante con el libro en los siguientes capítulos se centra en algunas de los miedos que la parte innata del ser humano suscita entre muchas personas. Estos miedos los resume Pinker en:
- El miedo a la desigualdad
- El miedo a la imperfectibilidad
- El miedo al determinismo
- El miedo al nihilismo
Hay un capítulo sobre los científicos políticos del que no voy a hablar, pero que también es muy interesante ver los mecanismos de destrucción profesional por medio de parte del establishment atacando no con refutaciones científicas sino personales o refiriéndose a partes de las conclusiones o de las publicaciones de manera errónea.
Respecto a esos temores os daré unas ideas básicas sobre lo que Pinker dice de ellos. Aunque creo que estos posts en vez de incitar a leer el libro hacen que os apartéis de él y huyáis escaldados, pero por si algún incauto consigue leerlos y le pica la curiosidad, pues mira qué bien!
A propósito del miedo a la desigualdad, Pinker nos habla de tres males que son el prejuicio, el darwinismo social y la eugenesia. El primero indicaría que si los grupos son distintos biológicamente, se los podría discriminar por ello. El segundo parte de que si las diferencias proceden de su constitución innata, las diferencias no se podrán achacar a la discriminación, facilitándose que se culpe a la víctima y se tolere la desigualdad y el tercero, el de la eugenesia, todos sabemos a lo que lleva: si hay una diferencia genética que el poder valora o desprecia se podría llevar a fomentar o prohibir la reproducción. Según Pinker el problema no son las diferencias, sino "El problema es el razonamiento según el cual, si resulta que las personas sí son diferentes, entonces serían aceptables en última instancia la discriminación, la opresión o el genocidio. Valores fundamentales (como la igualdad y los derechos humanos) no debieran estar condicionados a alguna conjetura factual sobre las tablas rasas que mañana se pudiera refutar". De hecho indica que "descartar la Tabla Rasa ha arrojado muchísima más luz sobre la unidad psicológica de la humanidad que sobre cualquier diferencia".
A propósito del miedo a la desigualdad, Pinker nos habla de tres males que son el prejuicio, el darwinismo social y la eugenesia. El primero indicaría que si los grupos son distintos biológicamente, se los podría discriminar por ello. El segundo parte de que si las diferencias proceden de su constitución innata, las diferencias no se podrán achacar a la discriminación, facilitándose que se culpe a la víctima y se tolere la desigualdad y el tercero, el de la eugenesia, todos sabemos a lo que lleva: si hay una diferencia genética que el poder valora o desprecia se podría llevar a fomentar o prohibir la reproducción. Según Pinker el problema no son las diferencias, sino "El problema es el razonamiento según el cual, si resulta que las personas sí son diferentes, entonces serían aceptables en última instancia la discriminación, la opresión o el genocidio. Valores fundamentales (como la igualdad y los derechos humanos) no debieran estar condicionados a alguna conjetura factual sobre las tablas rasas que mañana se pudiera refutar". De hecho indica que "descartar la Tabla Rasa ha arrojado muchísima más luz sobre la unidad psicológica de la humanidad que sobre cualquier diferencia".
Y es que como dice, todos somos parecidos, pero no somos clones. La especie humana es de las que menos variabilidad genética presenta. Las personas somos cualitativamente iguales, aunque puede haber diferencias cuantitativas y estas diferencias cuantitativas son mucho mayores entre dos individuos de un grupo que entre los valores medios de dos grupos diferentes. "La idea de una naturaleza humana, lejos de instigar a la discriminación, es la razón por la que nos oponemos a ésta. Aquí es donde es esencial la distinción entre variación innata y universales innatos. Con independencia del coeficiente intelectual o la fuerza física o cualquier otro rasgo que pueda variar, se puede presumir que todos los seres humanos tienen ciertos rasgos en común. A nadie le gusta que le esclavicen. A nadie le gusta que se le humille. A nadie le gusta que se le trate injustamente, es decir, de acuerdo con unos rasgos que la persona no puede controlar. La repugnancia que nos producen la discriminación y la esclavitud procede de la convicción de que, por mucho que las personas puedan variar en algunos rasgos, no varían en éstos. Una convicción, por cierto, que contrasta con la doctrina supuestamente progresista de que las personas no tienen unas inquietudes inherentes, lo cual implica que se les podría condicionar para que gozaran de la servidumbre y la degradación". Eso no pasa, claro. Nadie disfruta de la servidumbre y la degradación. Frente a todo somos individuos con características propias.
La verdad es que son tantas las cosas de las que habla que escribiría y escribiría sin parar. Por ejemplo: "existen hoy pruebas abundantes de que la inteligencia es una propiedad estable del individuo, que se puede vincular a características del cerebro (incluidos el tamaño general, la cantidad de materia gris de los lóbulos frontales, la velocidad de la conducción neuronal y el metabolismo de la glucosa cerebral), que es en parte hereditaria entre los individuos, y que predice algunas de las variaciones en los resultados que uno obtenga en la vida, como los ingresos o el estatus social Sin embargo, la existencia de unas dotes innatas no exige el darvinismo social. La preocupación de que la una ha de llevar al otro se basa en dos falacias. La primera es una mentalidad de todo o nada que suele infectar los debates sobre las implicaciones sociales de la genética. La probabilidad de que las diferencias innatas sean uno de los elementos que contribuyen al estatus social no significa que sea el único elemento. Entre los otros están la simple suerte, la riqueza heredada, los prejuicios de raza y de clase, la desigualdad de oportunidades (por ejemplo, en la educación y en las relaciones) y el capital cultural: las costumbres y los valores que favorecen el éxito económico. Reconocer que el talento importa no significa que no importen el prejuicio y la desigualdad de oportunidades. Pero mayor importancia tiene que, incluso en el caso de que los talentos llevaran al éxito socioeconómico, esto no significa que el éxito se merezca en un sentido moral. El darwinismo social se basa en el supuesto de Spencer de que podemos fijarnos en la evolución para descubrir qué es lo correcto -que lo «bueno» se puede reducir a «evolutivamente exitoso»-. Esto supone una infamia como argumento de referencia para la «falacia naturalista»: la creencia en que lo que ocurre en la naturaleza es bueno".
Respecto a la igualdad: "El economista Friedrich Hayek decía: «No es verdad que los seres humanos nazcan iguales [...] si les tratamos con igualdad, la consecuencia ha de ser que ocupen posiciones desiguales [...] [por tanto] la única manera de situarlos en igual posición pasaría por tratarles de manera diferente. La igualdad ante la ley y la igualdad material, por consiguiente, no sólo son diferentes, sino contrapuestas». Los filósofos Isaiah Berlin, Karl Popper y Robert Nozick han expresado ideas similares". "El trato desigual en nombre de la igualdad puede adoptar muchas formas. Algunas tienen tanto defensores como detractores, por ejemplo la fiscalidad para «desplumar» a los ricos, los impuestos estatales elevados, el agrupamiento por edad y no por capacidad en las escuelas, los cupos y las preferencias que favorecen a determinadas razas o regiones y las prohibiciones contra la asistencia médica privada u otras transacciones voluntarias. Pero algunas pueden ser absolutamente peligrosas. Si se presume que las personas parten en igualdad de condiciones y algunas terminan más ricas que otras, los observadores pueden concluir que las más ricas han de ser más codiciosas. Y cuando el diagnóstico pasa del talento al pecado, el remedio puede pasar de la redistribución a la venganza. Muchas atrocidades del siglo XX se cometieron en nombre de la igualdad, apuntando a las personas cuyo éxito se consideraba la prueba de su delito". [...] Una tabla que no sea rasa, un papel que no esté en blanco, significa que todos los sistemas políticos llevan consigo un equilibrio entre la libertad y la igualdad material. Las principales filosofías políticas se pueden definir por cómo tratan este equilibrio. La derecha del darvinismo social no valora la igualdad; la izquierda totalitaria no valora la libertad. La izquierda rawlsiana sacrifica cierta libertad en aras de la igualdad; la derecha libertaria sacrifica cierta igualdad en aras de la libertad. Es posible que las personas razonables no se pongan de acuerdo sobre cuál sea el mejor equilibrio, pero no es razonable pretender que no existe. Y esto significa a su vez que cualquier descubrimiento de diferencias innatas entre los individuos no es un conocimiento prohibido que haya que eliminar, sino una información que nos puede ayudar a decidir sobre esos equilibrios de forma inteligente y humana".
Y la verdad es que aún no he hablado de eugenesia y ya me ha salido un tocho monumental... Desde luego la capacidad de síntesis no es lo mío. Diré que indica que la clave está en diferenciar los hechos biológicos de los valores humanos. Indica que en una democracia serían muy pocos los que estarían dispuestos a dar las concesiones al poder para realizar semejantes desvaríos. Suelen ser más típicos de dictaduras, aunque en el pasado ha habido regímenes democráticos que han realizado aberraciones de ese tipo. Como curiosidad os pondré que "contrariamente a la creencia extendida por los científicos radicales, durante la mayor parte del siglo XX la eugenesia fue una de las causas favoritas de la izquierda, no de la derecha. La defendieron muchos progresistas, liberales y socialistas, entre ellos Theodore Roosevelt, H. G. Wells, Emma Goldman, George Bernard Shaw, Harold Laski, John Maynard Keynes, Sidney y Beatrice Webb, Margaret Sanger y los biólogos marxistas J. B. S. Haldane y Hermann Muller. No es difícil entender por que se cerraron filas en este sentido. Los católicos conservadores y el protestantismo fundamentalista de Estados Unidos odiaban la eugenesia porque era un intento de las elites intelectual y científica de jugar a ser Dios. A los progresistas les encantaba la eugenesia porque estaba del lado de la reforma, no del statu quo; del activismo, no del liberalismo; y de la responsabilidad social, no del egoísmo. Además, les parecía bien que el Estado interviniera para alcanzar una meta social. La mayoría de ellos abandonó la eugenesia sólo cuando vieron que conducía a las esterilizaciones forzosas en Estados Unidos y Europa Occidental y, más tarde, a la política de la Alemania nazi. La historia de la eugenesia es uno de los muchos casos en que los problemas morales que plantea la naturaleza humana no se pueden reducir a los debates familiares entre izquierda y derecha, sino que se han de analizar desde el inicio según la perspectiva de los valores en conflicto".
Y para terminar: "El mal uso que los nazis hicieron de la biología es un recordatorio de que las ideas pervertidas pueden tener unas consecuencias horribles, y de que los intelectuales tienen la responsabilidad de procurar que sus ideas no se empleen con fines perversos. Pero parte de esta responsabilidad es no trivializar el horror del nazismo explotándolo para imponerse retóricamente en las agrias disputas académicas. Relacionar con el nazismo a aquellos con los que uno discrepa significa no respetar el recuerdo de las víctimas de Hitler y los esfuerzos por evitar otros genocidios. Precisamente por la gravedad de esos acontecimientos, tenemos la responsabilidad específica de identificar con exactitud sus causas. Una idea no es falsa ni perversa porque los nazis hicieran de ella un mal uso. Como afirmaba el historiador Robert Richards sobre una supuesta conexión entre el nazismo y la biología evolutiva: «Si nos basta con esas vagas similitudes, nos debieran mandar a todos a la horca». En efecto, si censuráramos las ideas de las que los nazis abusaron, tendríamos que abandonar no sólo la aplicación de la evolución y la genética a la conducta humana. Tendríamos que censurar el estudio de la evolución y la genética, y punto. Y tendríamos que suprimir muchas otras ideas que Hitler tergiversó para encajarlas en los cimientos del nazismo".
Por último: "La nueva constatación de que los asesinatos en masa propiciados por el gobierno pueden surgir con la misma facilidad de un sistema que no cree en el innatismo como de otro innatista tumba la idea de posguerra de que los planteamientos biológicos de la conducta son especialmente siniestros. Una valoración precisa de la causa de los genocidios de Estado ha de buscar las creencias comunes al nazismo y al marxismo que los impulsaron a recorrer sus trayectorias paralelas, y las creencias específicas del marxismo que condujeron a las singulares atrocidades que se cometieron en su nombre. [...]
El nazismo y el marxismo compartían el deseo de reconfigurar la humanidad. «Es necesaria la transformación de los hombres a escala masiva», decía Marx; «la voluntad de crear la humanidad de nuevo» es el núcleo del nacionalsocialismo, dijo Hitler. También compartían un idealismo revolucionario y una certeza tiránica en la persecución de su sueño, sin paciencia para esperar una reforma o unos ajustes incrementales guiados por las consecuencias humanas de sus políticas. Bastaba con esto para elaborar una receta para el desastre. Como escribió Aleksandr Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag: «Las autojustificaciones de Macbeth eran pobres, y su conciencia le devoró. Sí, también Yago era un tanto débil. La imaginación y la fuerza espiritual de los malvados de Shakespeare se detenían ante una docena de cadáveres. Porque no tenían ideología».
[...]
Las ideologías, una vez llevadas a la práctica, condujeron a atrocidades en pocos pasos: la lucha (muchas veces un eufemismo de «violencia») es inevitable y beneficiosa; determinados grupos de personas (las razas no arias o los burgueses) son moralmente inferiores; las mejoras en el bienestar humano dependen de su sometimiento o su eliminación. Aparte de ofrecer una justificación del conflicto violento, la ideología de la lucha entre grupos prende fuego a una característica inmunda de la psicología social humana: la tendencia a dividir a las personas en grupos de dentro y grupos de fuera, y a tratar a los grupos de fuera como menos humanos. No importa que se piense que los grupos están definidos por su biología o por su historia. [...]
La ideología de la lucha de un grupo contra otro grupo explica los resultados similares del marxismo y el nazismo. La ideología de la Tabla Rasa ayuda a explicar algunas de las características que fueron exclusivas de los Estados marxistas:
Si las personas no difieren en los rasgos psicológicos, como el talento o la intuición, entonces cualquiera que viva mejor ha de ser avaricioso o ladrón (como decía antes). El asesinato masivo de los kulaks y los campesinos «ricos» o «burgueses» fue una característica de la Unión Soviética de Lenin y Stalin, de la China de Mao y de la Camboya de Pol Pot.
Ya véis, pensaba hablaros de los cuatro miedos y con uno ya me ha dado para que no me lea nadie... Lo siento, pero así ha quedado.
La verdad es que son tantas las cosas de las que habla que escribiría y escribiría sin parar. Por ejemplo: "existen hoy pruebas abundantes de que la inteligencia es una propiedad estable del individuo, que se puede vincular a características del cerebro (incluidos el tamaño general, la cantidad de materia gris de los lóbulos frontales, la velocidad de la conducción neuronal y el metabolismo de la glucosa cerebral), que es en parte hereditaria entre los individuos, y que predice algunas de las variaciones en los resultados que uno obtenga en la vida, como los ingresos o el estatus social Sin embargo, la existencia de unas dotes innatas no exige el darvinismo social. La preocupación de que la una ha de llevar al otro se basa en dos falacias. La primera es una mentalidad de todo o nada que suele infectar los debates sobre las implicaciones sociales de la genética. La probabilidad de que las diferencias innatas sean uno de los elementos que contribuyen al estatus social no significa que sea el único elemento. Entre los otros están la simple suerte, la riqueza heredada, los prejuicios de raza y de clase, la desigualdad de oportunidades (por ejemplo, en la educación y en las relaciones) y el capital cultural: las costumbres y los valores que favorecen el éxito económico. Reconocer que el talento importa no significa que no importen el prejuicio y la desigualdad de oportunidades. Pero mayor importancia tiene que, incluso en el caso de que los talentos llevaran al éxito socioeconómico, esto no significa que el éxito se merezca en un sentido moral. El darwinismo social se basa en el supuesto de Spencer de que podemos fijarnos en la evolución para descubrir qué es lo correcto -que lo «bueno» se puede reducir a «evolutivamente exitoso»-. Esto supone una infamia como argumento de referencia para la «falacia naturalista»: la creencia en que lo que ocurre en la naturaleza es bueno".
Respecto a la igualdad: "El economista Friedrich Hayek decía: «No es verdad que los seres humanos nazcan iguales [...] si les tratamos con igualdad, la consecuencia ha de ser que ocupen posiciones desiguales [...] [por tanto] la única manera de situarlos en igual posición pasaría por tratarles de manera diferente. La igualdad ante la ley y la igualdad material, por consiguiente, no sólo son diferentes, sino contrapuestas». Los filósofos Isaiah Berlin, Karl Popper y Robert Nozick han expresado ideas similares". "El trato desigual en nombre de la igualdad puede adoptar muchas formas. Algunas tienen tanto defensores como detractores, por ejemplo la fiscalidad para «desplumar» a los ricos, los impuestos estatales elevados, el agrupamiento por edad y no por capacidad en las escuelas, los cupos y las preferencias que favorecen a determinadas razas o regiones y las prohibiciones contra la asistencia médica privada u otras transacciones voluntarias. Pero algunas pueden ser absolutamente peligrosas. Si se presume que las personas parten en igualdad de condiciones y algunas terminan más ricas que otras, los observadores pueden concluir que las más ricas han de ser más codiciosas. Y cuando el diagnóstico pasa del talento al pecado, el remedio puede pasar de la redistribución a la venganza. Muchas atrocidades del siglo XX se cometieron en nombre de la igualdad, apuntando a las personas cuyo éxito se consideraba la prueba de su delito". [...] Una tabla que no sea rasa, un papel que no esté en blanco, significa que todos los sistemas políticos llevan consigo un equilibrio entre la libertad y la igualdad material. Las principales filosofías políticas se pueden definir por cómo tratan este equilibrio. La derecha del darvinismo social no valora la igualdad; la izquierda totalitaria no valora la libertad. La izquierda rawlsiana sacrifica cierta libertad en aras de la igualdad; la derecha libertaria sacrifica cierta igualdad en aras de la libertad. Es posible que las personas razonables no se pongan de acuerdo sobre cuál sea el mejor equilibrio, pero no es razonable pretender que no existe. Y esto significa a su vez que cualquier descubrimiento de diferencias innatas entre los individuos no es un conocimiento prohibido que haya que eliminar, sino una información que nos puede ayudar a decidir sobre esos equilibrios de forma inteligente y humana".
Y la verdad es que aún no he hablado de eugenesia y ya me ha salido un tocho monumental... Desde luego la capacidad de síntesis no es lo mío. Diré que indica que la clave está en diferenciar los hechos biológicos de los valores humanos. Indica que en una democracia serían muy pocos los que estarían dispuestos a dar las concesiones al poder para realizar semejantes desvaríos. Suelen ser más típicos de dictaduras, aunque en el pasado ha habido regímenes democráticos que han realizado aberraciones de ese tipo. Como curiosidad os pondré que "contrariamente a la creencia extendida por los científicos radicales, durante la mayor parte del siglo XX la eugenesia fue una de las causas favoritas de la izquierda, no de la derecha. La defendieron muchos progresistas, liberales y socialistas, entre ellos Theodore Roosevelt, H. G. Wells, Emma Goldman, George Bernard Shaw, Harold Laski, John Maynard Keynes, Sidney y Beatrice Webb, Margaret Sanger y los biólogos marxistas J. B. S. Haldane y Hermann Muller. No es difícil entender por que se cerraron filas en este sentido. Los católicos conservadores y el protestantismo fundamentalista de Estados Unidos odiaban la eugenesia porque era un intento de las elites intelectual y científica de jugar a ser Dios. A los progresistas les encantaba la eugenesia porque estaba del lado de la reforma, no del statu quo; del activismo, no del liberalismo; y de la responsabilidad social, no del egoísmo. Además, les parecía bien que el Estado interviniera para alcanzar una meta social. La mayoría de ellos abandonó la eugenesia sólo cuando vieron que conducía a las esterilizaciones forzosas en Estados Unidos y Europa Occidental y, más tarde, a la política de la Alemania nazi. La historia de la eugenesia es uno de los muchos casos en que los problemas morales que plantea la naturaleza humana no se pueden reducir a los debates familiares entre izquierda y derecha, sino que se han de analizar desde el inicio según la perspectiva de los valores en conflicto".
Y para terminar: "El mal uso que los nazis hicieron de la biología es un recordatorio de que las ideas pervertidas pueden tener unas consecuencias horribles, y de que los intelectuales tienen la responsabilidad de procurar que sus ideas no se empleen con fines perversos. Pero parte de esta responsabilidad es no trivializar el horror del nazismo explotándolo para imponerse retóricamente en las agrias disputas académicas. Relacionar con el nazismo a aquellos con los que uno discrepa significa no respetar el recuerdo de las víctimas de Hitler y los esfuerzos por evitar otros genocidios. Precisamente por la gravedad de esos acontecimientos, tenemos la responsabilidad específica de identificar con exactitud sus causas. Una idea no es falsa ni perversa porque los nazis hicieran de ella un mal uso. Como afirmaba el historiador Robert Richards sobre una supuesta conexión entre el nazismo y la biología evolutiva: «Si nos basta con esas vagas similitudes, nos debieran mandar a todos a la horca». En efecto, si censuráramos las ideas de las que los nazis abusaron, tendríamos que abandonar no sólo la aplicación de la evolución y la genética a la conducta humana. Tendríamos que censurar el estudio de la evolución y la genética, y punto. Y tendríamos que suprimir muchas otras ideas que Hitler tergiversó para encajarlas en los cimientos del nazismo".
Por último: "La nueva constatación de que los asesinatos en masa propiciados por el gobierno pueden surgir con la misma facilidad de un sistema que no cree en el innatismo como de otro innatista tumba la idea de posguerra de que los planteamientos biológicos de la conducta son especialmente siniestros. Una valoración precisa de la causa de los genocidios de Estado ha de buscar las creencias comunes al nazismo y al marxismo que los impulsaron a recorrer sus trayectorias paralelas, y las creencias específicas del marxismo que condujeron a las singulares atrocidades que se cometieron en su nombre. [...]
El nazismo y el marxismo compartían el deseo de reconfigurar la humanidad. «Es necesaria la transformación de los hombres a escala masiva», decía Marx; «la voluntad de crear la humanidad de nuevo» es el núcleo del nacionalsocialismo, dijo Hitler. También compartían un idealismo revolucionario y una certeza tiránica en la persecución de su sueño, sin paciencia para esperar una reforma o unos ajustes incrementales guiados por las consecuencias humanas de sus políticas. Bastaba con esto para elaborar una receta para el desastre. Como escribió Aleksandr Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag: «Las autojustificaciones de Macbeth eran pobres, y su conciencia le devoró. Sí, también Yago era un tanto débil. La imaginación y la fuerza espiritual de los malvados de Shakespeare se detenían ante una docena de cadáveres. Porque no tenían ideología».
[...]
Las ideologías, una vez llevadas a la práctica, condujeron a atrocidades en pocos pasos: la lucha (muchas veces un eufemismo de «violencia») es inevitable y beneficiosa; determinados grupos de personas (las razas no arias o los burgueses) son moralmente inferiores; las mejoras en el bienestar humano dependen de su sometimiento o su eliminación. Aparte de ofrecer una justificación del conflicto violento, la ideología de la lucha entre grupos prende fuego a una característica inmunda de la psicología social humana: la tendencia a dividir a las personas en grupos de dentro y grupos de fuera, y a tratar a los grupos de fuera como menos humanos. No importa que se piense que los grupos están definidos por su biología o por su historia. [...]
La ideología de la lucha de un grupo contra otro grupo explica los resultados similares del marxismo y el nazismo. La ideología de la Tabla Rasa ayuda a explicar algunas de las características que fueron exclusivas de los Estados marxistas:
Si las personas no difieren en los rasgos psicológicos, como el talento o la intuición, entonces cualquiera que viva mejor ha de ser avaricioso o ladrón (como decía antes). El asesinato masivo de los kulaks y los campesinos «ricos» o «burgueses» fue una característica de la Unión Soviética de Lenin y Stalin, de la China de Mao y de la Camboya de Pol Pot.
- Si la mente carece de estructura cuando se nace y es la experiencia la que la configura, una sociedad que desee disponer de las mentes adecuadas tendrá que controlar la experiencia («Los poemas más bellos se escriben en una página en blanco»). Los Estados marxistas del siglo XX no sólo eran dictaduras, sino unas dictaduras totalitarias. Intentaban controlar todos los aspectos de la vida: la educación de los hijos, el modo de vestir, el ocio, la arquitectura, las artes, hasta la comida y el sexo. A los autores de la Unión Soviética se les imponía que se convirtieran en «ingenieros de las almas humanas». [...]
- Si el medio social es el que configura a las personas, entonces criarse en un medio burgués puede dejar una mancha psicológica permanente («Sólo el recién nacido no tiene mancha»). Los descendientes de terratenientes y de «campesinos ricos» en los regímenes posrevolucionarios llevaban un estigma permanente, y eran perseguidos como si la ascendencia burguesa fuera un rasgo genético. Y aún peor, dado que la ascendencia es invisible pero la pueden descubrir terceras partes, la práctica de delatar a las personas de «malos orígenes» se convirtió en un arma de la competición social. Esto condujo a un clima de denuncia y paranoia que convertía la vida en esos regímenes en una pesadilla orwelliana.
- Si no existe una naturaleza humana que induzca a las personas a favorecer los intereses de su familia sobre la «sociedad», entonces las personas que consiguen mejores cosechas en su parcela que en las granjas comunales cuyas cosechas las confisca el Estado han de ser avariciosas o perezosas, y se les ha de imponer el consiguiente castigo. El miedo, y no el propio interés, se convierte en el incentivo para trabajar.
- Más en general, si las mentes individuales son unos componentes intercambiables de una entidad superorgánica llamada «sociedad», entonces ésta, y no el individuo, es la unidad natural de la salud y el bienestar y la adecuada beneficiaria del esfuerzo humano. No hay lugar para los derechos de la persona individual.
Ya véis, pensaba hablaros de los cuatro miedos y con uno ya me ha dado para que no me lea nadie... Lo siento, pero así ha quedado.
He conseguido leerme el post. Y es interesante lo que dice, pero creo que con leerme tooodos los posts que hagas sobre el libro será suficiente para mí, no me voy a atrever con él en la vida.
ResponderEliminarMuy fan de que hayas conseguido leértelo. Me voy a poner a mirar cosas para tu cumple... (y no, no será este libro!) XDD
ResponderEliminarNo, mi curiosidad por Pinker se está diluyendo post a post XD
ResponderEliminarNo he conseguido hasta ahora entender esta "ley" de que los posts deben tener una extensión predeterminada (y corta). Me da que si el bloguero habla del gato de su abuela está bien que tenga cien palabras máximo. Pero hay temas que necesitan que te expandas... Luego ya habrá lectores para la expansión. O no. Al fin, vengo a decir que me diste ganas de comprarme el libro y leérmelo :)
ResponderEliminarSaludos,
Bichejo, ese es mi poder: intentando mostrar qué bueno es el libro consigo todo lo contrario! XDD
ResponderEliminarRomi, tienes razón. Hay temas y temas, pero mi idea inicial era incitar a la gente a que se leyera parte de lo que explica para que entren ganas de leérselo, pero si empiezas a darle a la rosca del ratón y no llegas al final hay mucha gente que no sigue leyendo. Gracias a ti por leerlo y si te ha interesado seguro que el libro te gusta!
Creo que es un libro muy fácil de leer, por contra a la mayoría. Como todos los libros escritos por divulgadores de la ciencia, cuando se meten a hablar de temas sociales; usa un lenguaje excesivamente descriptivo para conceptos abstractos, conceptos que además existen como vocablo en muchos casos; y hace su lectura más lenta, pero no es un obstáculo insalvable, vamos, se arma uno de paciencia y sabe que para lo científico irás en ave y para lo social en diligencia, con sus baches y polvo, a veces incluso se entreven los indios.
ResponderEliminar¿Me interesa?, pues me he quedado con la duda, francamente. Pinker defiende la importancia de la genética (interesante); ataca el uso malvado favorecido por la distorsión del concepto tabla rasa que se ha llevado en sociedades totalitaristas y-o intervencionistas (interesante); se olvida, conmo todos los científicos, de que analizar es descomponer pero describir es componer, o sea que muy bien la genética, pero tío, no te fumes que el ser humano es el producto de todo eso que dices, y que hasta mañana por la mañana...por lo menos...no ha habido científico capaz de describir como intervienen todos esos factores en el producto (más que decepcionante).
Me da la impresión de que se pasa por alto bastante neurociencia. Me da igualmente la impresión de que se olvida, o no sabe, lo muchísimo en que se insiste ahora en la formación (educación) del cerebro en los tres primeros años de vida. Me parece un olvido grave que no hable de la influencia de técnicas de estimulación para bebés con síndrome de Down, oyes, existen desde hace más de treinta años. El cerebro estable?, pues no, envejece, el tuyo, el mío y el de Pascual Maragall que ha reconocido sufrir Alzheimer. (Más que decepcionante).
Así que me he quedado que ni palante ni patrás.
Pero felicito a NAN por haber recibido clases de Don F. Lázaro Carreter, envidia me da este dato.
Un saludo.
Menúa reseña que has enlazao, me estoy tronchando. Sobraos es lo que sobran nela intennette, pero yo todavía no me he saturao, por lo que veo XD. (Dresde, again)
EliminarHay que reconocer que es más ameno que mi post!
ResponderEliminarNo se refiere al cerebro en general, sino a la inteligencia que dice que más o menos se mantiene. Otra cosa son las enfermedades como la demencia o el alzheimer. De igual manera.
Respecto a la complejidad del ser humano, él lo dice muchas veces y pone el énfasis en la parte innata porque es lo que se daba por hecho hace algunos años o incluso ahora. Él es el primero que dice que de innato a genético va un mundo porque el mundo de la genética es más bien probabilístico.
A la educación todavía no he llegado, ya lo comentaré cuando llegue porque es un tocho considerable!
te odio, te odio, te odio!!!!!!!!
ResponderEliminarme he picado y
he rescatado de la tercera fila de atras
de mi estante de psicologias "como munciona la mente" de este pollo
libro que no sé porque me lo compre
pero que habia renunciado ni a leerlo.
No es lo peor...
he ido a la biblio
y en consideración a ti y al Sr NaN
me he sacado "el instinto del lenguaje"
y "el mundo de las palabras"
todos ellos unas tochanas de 700 paginas
el que menos
y menos mal que el de Chomsky
estaba en Huesca.
Desde luego es que eres muy poco moderado... Pillarte tres de golpe! Te puede dar un chungo, ya te lo digo.
ResponderEliminarAhora, que tampoco me extraña que me odies porque entre eso y el club de lectura...
Que me pregunta mi primo el de la Consuelo
ResponderEliminarque cuando se puede empezar a postear
el libro de Roth
que se le va a terminar olvidando!!!
Por cierto la nueradelaconsuelo
me comenta que se leyó el del matrimonio feliz
...como quimica, que es
y tendente a la sintesis
ha comentado
"una chorradica de libro
salvas un par de paginas...
mucha tragedia pero sin más gracia"
El post es para el día 15 de enero
ResponderEliminarMe estáis dando unos ánimos con el del matrimonio feliz...