El canto del cisne

Me he leído en un pispás (bueno, en menos de una semana) este libro de Edmund Crispin (Clander, según Anniehall) y que me regaló por mi cumpleaños. No había oído hablar de este señor en mi vida, lo cual no es demérito del autor, sino mío. Y la verdad es que el libro me ha gustado bastante y me he reído mucho leyéndolo. Tiene esas frases ácidas inglesas que te tienen con la sonrisa en la boca todo el rato, o casi.

Y digo casi porque en este libro pasa una cosa que no creo que sea casual, aunque puede que sí. El caso es que el libro al principio tiene mucho chascarrillo y menos intriga y luego va apareciendo la intriga y los asesinatos y disminuye el humor y el tono del libro al principio y al final es muy distinto.

Aún así es muy, muy recomendable. Por contar un poco del argumento os diré que gira en torno al ensayo y montaje de una ópera, Los maestros cantores de Nuremberg, de Richard Wagner. Se describe ese intramundo de conspiraciones, amoríos, incluso abusos, que suceden durante los ensayos para su representación en Oxford. Tiene un tono como de novela clásica de intriga tipo Agatha Christie, aunque es del año 47 cuando el género de la novela negra está prácticamente en su máximo apogeo (aparte del actual) con historias mucho más turbulentas y sangrientas que la que aquí se cuenta. Cierto es que también es contemporáneo de doña Agatha.

Los diálogos están bastante bien, los personajes te hacen sospechar de unos y de otros y el final no lo ves venir, aunque yo normalmente soy muy malo en mis apreciaciones al respecto y el asesino nunca es el que yo pienso que va a ser.

Este libro forma parte de una serie de novelas protagonizadas por Gervase Fen que es un profesor de Oxford y detective por hobby.

Como muestra os pongo algunos párrafos. Por ejemplo, el libro comienza así: "Pocas criaturas hay en el mundo más estúpidas que un cantante. Es como si el ajuste milimétrico de la laringe, la glotis y los senos bucofaríngeos que se precisa para la generación de sonidos hermosos tuviera que venir acompañado casi invariablemente —oh, cuán inexcrutables son los caminos de la Providencia— de la estulticia propia de un ave de corral". Imposible no querer seguir leyendo, ¿verdad?

"Por cierto —dijo Joan—, te aseguro que no me importa en absoluto volver a Wagner ahora que se ha levantado la prohibición de interpretar sus obras durante la guerra... y, de todos modos, ¿por qué demonios se prohibió?
 —Es un axioma inamovible de alto nivel intelectual —le explicó Adam— que Wagner fue responsable del surgimiento del nazismo. Si quieres estar a la moda tienes que hacer suspicaces referencias a la nefasta influencia de Anillo en la mentalidad teutona... aunque, dado que todo el ciclo operístico de los Nibelungos está destinado a demostrar que ni siquiera los dioses pueden romper un compromiso sin que todo el universo se derrumbe sobre sus cabezas, nunca he sido capaz de entender cómo pudo Hitler encontrar ahí un fundamento para sus ideas".

"—Me sentaré aquí, creo —dijo el doctor Rashmole, cogiendo una silla con la suficiente violencia como para sugerir que tenía intención de atemorizarla y conseguir de ella la sumisión y el buen comportamiento que se exige a las sillas—".

Respecto a la traducción, me parece que está bastante bien y hace que el libro sea ágil. El traductor es José C. Vales. Sólo he encontrado un error de edición que habla mal de los revisores y es esta frase: "Degeneración en los deformación de los conductos renales y necrosis hepática". Supongo que el traductor puso las dos traducciones a ver cuál le sonaba mejor y luego se olvidó de borrar una. Cosas que pasan, pero que molestan.

Un libro ágil y entretenido, un tanto demodé, pero con humor y entretenimiento en todas sus páginas. Os lo recomiendo para leer por el placer de leer.

Comentarios

  1. No me da la vida, pero sí me apetece, ya te lo pediré, que estoy saturada de libros ajenos.

    ¡Esa ópera es la que va a ver a N en Berlín!

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  2. Sí, me acordé de N y los maestros cantores cuando lo leía.

    Cuando lo quieras me lo pides.

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  3. Se ve que era la tónica del autor, lo de empezar muy ligero y después ir perdiendo el humor, por el camino, porque en La Juguetería Errante, ocurría más o menos lo mismo, al parecer ocurre lo mismo.

    Pero vamos, que después de oír lo de la estulticia de las aves de corral, y lo de la silla... le perdono todo.

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  4. Pues vaya, es una pena, Loquemeahorro. Porque si mantuviera ese sentido del humor todo el rato sería fantástico, aunque es bastante entretenido.

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  5. Pues me lo apunto. Además, esa editorial me encanta.

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