Ortografía y Chulería

Acabo de leer un documento que no tenía ni un acento (mira un pareado) ortográfico (se fastidió el pareado). Miento, el documento, ingenieril por supuesto, estaba claramente escrito a cuatro manos y, esto ya es cálculo mío, a medio cerebro. Las dos primeras manos han sido incapaces de poner ni una sola tilde en sus veinte de veintitrés páginas. Miento de nuevo, a palabras como camión sí se las habían puesto. Pero eran las únicas dotadas de lo que supongo el dueño de esas manitas considera un ‘adorno’ inútil. Dada la cantidad de maquinas (así sin tilde) que he leído he llegado a pensar que se habían equivocado y en lugar de una oferta de equipos me habían enviado un complot para desmantelar algo. A las otras dos manos no les debe de parecer tan inútil el adorno y sí se han ocupado de las tildes. A cambio me han regalado un ‘elementos ha instalar’ por el que todavía se me saltan las lágrimas.

Según escribo esto, mi Word me sugiere que transforma ese horrible ‘ha’ de ahí arriba por una mucho más elegante y sobria ‘a’. ¿Qué les pasó a las cuatro manos y al medio cerebro a los que me refiero arriba? ¿Será que escriben a máquina y luego escanean para enviar el documento por correo electrónico? No sé porqué pero lo dudo. ¿Será entonces que tienen una rara enfermedad que les impide detectar los subrayados y sugerencias ortográficas y gramaticales del Word? También lo dudo. Mucho me temo, amiguitos, que la respuesta a esas dos preguntas es no. Para mí su enfermedad, nada rara por otra parte, se llama ignorancia, pereza, prepotencia y pasotismo.

La ignorancia a la vista está. No hay más que leer el documento y darse cuenta de que desconocen las normas básicas de nuestra ortografía.

Pereza porque después de redactar no se les ocurre revisar lo escrito para comprobar si está bien. Aunque a lo mejor son súper diligentes pero mucho más ignorantes de lo que yo pensaba. Quién sabe. No sé qué es peor.

Prepotencia porque a ver quién es ese señor Microsoft que les da sugerencias a ellos sobre cómo escribir sus cositas. Deben de pensar ‘mejor quito el corrector porque me lo subraya todo en rojo y es muy incómodo escribir en estas condiciones. Si, total, el corrector ortográfico se equivoca un huevo’ (¿escribirían ellos güevo?). ¿Acaso no es eso prepotencia? Soy un ignorante de tres pares, hace tres mil años que no leo un libro o nada que no sea un documento ingenieril (horror) y para la mitad de lo que escribo el corrector me da sugerencias. Pero la culpa es del corrector, claro, que se equivoca mucho. Ni siquiera me preocupo de comprobar si de verdad es un fallo mío o del corrector. Con lo que volveríamos además a la pereza.

Luego ese medio cerebro se dice más cosas ‘si además, lo que escribo se entiende ¿no? Pues ya está’. Y aquí llegamos al pasotismo. Pues no, señores, yo hay muchas cosas que no entiendo sino que me obligan ustedes a sobreentenderlas. Lo cual en muchos casos da lugar a malos entendidos y a consultas que de haberlo escrito bien nos habríamos ahorrado todos. Y además, ¿no se dan cuenta del horrible efecto que van a causar sus faltas de ortografía en el que lo recibe? Desde luego, si de mí dependiera no les adjudicaba ni un lápiz. O sí, siempre con la condición de que los beneficios los aplicasen a cursos de lengua castellana para el personal. Y con un hito de pago y penalizaciones dependiendo de los resultados del examen final que también exigiría. Aunque creo que entonces ya no querrían vendernos nada. Bien pensado, eso tampoco estaría mal. Me ahorraría cabreos futuros por este mismo asunto.

Y es que llueve sobre mojado. Hoy es esta oferta pero ayer era un tío que hacía unos documentos que yo tenía que revisar y ¡madre mía qué documentos! Otro para el que los acentos eran meros adornos y él todo un monumento a la austeridad. Y qué frasecitas, no había manera de entender lo que quería decir. Encima el tío, sin ningún sonrojo, reconocía que no usaba el corrector y que además es que su español es distinto al nuestro. Él es latinoamericano. Y que por eso estaba bien que yo revisara sus escritos porque así lo adecuaba al español de aquí. ¿Y qué le respondes a eso? Pues yo nada, porque soy una cobarde. Que mucho escribir toda indignada pero a la hora de la verdad me achanto. Además las ideas brillantes que tengo, que no son muchas, siempre se me ocurren cuando el interlocutor al que hay que poner en su sitio ya no está presente para oírlas.

Seguro que mientras escribía esto el látigo divino ha castigado mi maldad. Seguro que he metido la pata un montón de veces y he puesto muchas faltas de ortografía que no detecto por mucho que lo repase. Seguro que vosotros sois mucho más indulgentes conmigo que yo en esta entrada (por favor).

Comentarios

  1. Buenísimo. Me ha gustado un "güevo". De hecho tenía ganas de escribir algo sobre ortografía. Me alegro de no haberlo hecho porque no habría llegado ni a los talones a esta entrada.

    Ahora, alguna falta sí te he pillado:
    1. No sé por qué pero lo dudo ("por qué" separado).
    2. "Quién sabe" debería ir entre interrogaciones.
    3. Antes del ¡madre mía! una coma, o bien, Madre en mayúscula.

    Lo siento. No podía evitar ponerlas.

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  2. Sabía que podía contar contigo :) Gracias, me aplicaré más la próxima vez. Con el porqué / por qué cuando no va entre interrogaciones siempre tengo dudas. Consultaré el panhispánico de dudas a ver si arroja luz sobre el tema. Es lo que tiene estar rodeada de ingenieros todo el día (ya que conservamos el anonimato no diré que yo también soy una de ellas, mierda, bocazas). Eso, y que yo también hace mil años que no leo un libro. Este verano me acabé uno que había empezado a leer estando embarazada de Celia, o sea, cerca de cuatro años. Y se me ocurrió la osadía de empezar otro. Ahí sigue, a medias. Creo que para cuando lo termine, será un incunable.

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  3. Yo, en este bello ejercicio de revisar documentos de otros, he llegado a encontrar un párrafo de 77 palabras sin ningún signo de puntuación, ni comas ni puntos.

    No lo estaba leyendo en voz alta y, aun así, sentí una extraña sensación de ahogo...

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