La caída del imperio romano
Antes que nada no tenéis de qué asustaros, no voy a hacer un post histórico ni nada que se le parezca. Esos los hace infinitamente mejor Juanjo en su blog. El título me vino a la cabeza ayer mientras compraba una piña en el Carrefour. Tampoco es que me la vendiera una señorita con túnica romana ni un fornido legionario. El que a estas alturas siga leyendo seguro que se pregunta por mi salud mental. Lo que me hizo pensar en la decadencia absoluta y en que esto ya no da para mucho más fue que al lado de las básculas de pesar la fruta había unas cajas con las uvas preparadas y un cofrecito de ¡ORO! para comérselo todo ello por el módico precio de 12 euros. Ahí es donde me he dado cuenta de que estamos cerca del fin.
Por supuesto que defiendo que cada uno haga lo que le de la gana con su dinero, pero una sociedad que se dedica a comer y a cagar oro ya es que está en las últimas y ahí es donde me vino la referencia a la caída del imperio romano, la decadencia absoluta. Puedo entender que se coma caviar, que se coman huevos de caracol o que alguien se meta entre pecho y espalda unas botellas de vino que valgan lo que gano en un año.
Entiendo, y envidio, que haya gente que coma todos los días jamón del bueno, e incluso que tengan quien se lo parta. Dentro de lo que cabe son cosas que puedo comprender, aunque seguramente si yo tuviera el dinero para hacer esas cosas, no las haría. Ya había oído que había gente que metía una joya en la copa de champán, cosa que me parece un poquillo asquerosita, salvo que la laves bien primero, y absurda, pero sea.
Además con la que está cayendo! sin saber si el próximo año vas a tener trabajo o no, porque los que compramos en Carrefour no somos los Abramovic de turno, somos más bien los que recibimos una nómina a final de mes. Y que sea gente como yo la que se compre esas cosas... puff, me da una especie de escalofrío. Porque eso habla de inconsciencia, de irreflexión y de lo absurdos que podemos llegar a ser. No es ya que ni un átomo de ese oro vaya a ser absorbido por nuestro cuerpo (y mejor que no lo sea), es que es tan, tan, tan absurdo que me alucina.
Es que, a veces, tenemos lo que nos merecemos. Me ha recordado a algo que no sé si ya he contado aquí o no, pero, por si acaso, lo vuelvo a contar. La señora rumana que tenemos en casa y que nos hace esos regalos tan extraordinarios le ha regalado a su hijo que acaba de cumplir 18 años un coche nuevo. Ella está aquí limpiando casas y su marido trabajando en la construcción no por gusto, sino porque en su país no tienen trabajo o ganan muy poco, por eso me resulta totalmente absurdo que se gasten el dinero que daría para pagarle la universidad al chaval en comprarle un coche nuevo, con ese dinero podría haberse vuelto antes a su país, podría comprarse un coche de segunda mano, podría hacer tantas cosas... y entre todas ellas elige el coche nuevo. Desde luego que han tenido muy mala suerte en la vida, pero es un poco como el chiste ese de:
-Señor, Señor, que me toque la lotería!
-Hijo, yo hago lo que puedo, pero por lo menos compra un billete!
Al menos así es como lo siento. La mala suerte existe, es indudable y nos pasan cosas malas sin buscarlas, pero hay veces que también nosotros ponemos bastante de nuestra parte.
Por supuesto que defiendo que cada uno haga lo que le de la gana con su dinero, pero una sociedad que se dedica a comer y a cagar oro ya es que está en las últimas y ahí es donde me vino la referencia a la caída del imperio romano, la decadencia absoluta. Puedo entender que se coma caviar, que se coman huevos de caracol o que alguien se meta entre pecho y espalda unas botellas de vino que valgan lo que gano en un año.
Entiendo, y envidio, que haya gente que coma todos los días jamón del bueno, e incluso que tengan quien se lo parta. Dentro de lo que cabe son cosas que puedo comprender, aunque seguramente si yo tuviera el dinero para hacer esas cosas, no las haría. Ya había oído que había gente que metía una joya en la copa de champán, cosa que me parece un poquillo asquerosita, salvo que la laves bien primero, y absurda, pero sea.
Además con la que está cayendo! sin saber si el próximo año vas a tener trabajo o no, porque los que compramos en Carrefour no somos los Abramovic de turno, somos más bien los que recibimos una nómina a final de mes. Y que sea gente como yo la que se compre esas cosas... puff, me da una especie de escalofrío. Porque eso habla de inconsciencia, de irreflexión y de lo absurdos que podemos llegar a ser. No es ya que ni un átomo de ese oro vaya a ser absorbido por nuestro cuerpo (y mejor que no lo sea), es que es tan, tan, tan absurdo que me alucina.
Es que, a veces, tenemos lo que nos merecemos. Me ha recordado a algo que no sé si ya he contado aquí o no, pero, por si acaso, lo vuelvo a contar. La señora rumana que tenemos en casa y que nos hace esos regalos tan extraordinarios le ha regalado a su hijo que acaba de cumplir 18 años un coche nuevo. Ella está aquí limpiando casas y su marido trabajando en la construcción no por gusto, sino porque en su país no tienen trabajo o ganan muy poco, por eso me resulta totalmente absurdo que se gasten el dinero que daría para pagarle la universidad al chaval en comprarle un coche nuevo, con ese dinero podría haberse vuelto antes a su país, podría comprarse un coche de segunda mano, podría hacer tantas cosas... y entre todas ellas elige el coche nuevo. Desde luego que han tenido muy mala suerte en la vida, pero es un poco como el chiste ese de:
-Señor, Señor, que me toque la lotería!
-Hijo, yo hago lo que puedo, pero por lo menos compra un billete!
Al menos así es como lo siento. La mala suerte existe, es indudable y nos pasan cosas malas sin buscarlas, pero hay veces que también nosotros ponemos bastante de nuestra parte.
Me dejas de piedra, y encima será con un crédito leonino...
ResponderEliminarPor cierto, gracias por el enlace
Estamos gilipollas
ResponderEliminarA tanto no llego, no me he atrevido a preguntar las condiciones, pero me temo que deben incluir rotura de ambas piernas en caso de impago.
ResponderEliminarTienes toda la razón.
ResponderEliminarCuando vivía con mis padres, tenían una Sra. que les ayudaba en las tareas del hogar. Trabajaba mucho. Tenía un hijo que era ni-ni (bueno, entonces se le llamaba "perro" o "vago de cojones") y la madre le daba cada viernes dinero para gasolina del coche y para que saliera los viernes y sábados a la discoteca. En casa, alucinábamos.
En un derroche de optimismo, pienso que estamos tocando fondo (si no lo hemos hecho ya), así que ... peor no podemos ir. Lástima que la condición humana es como es y puede sorprendernos una vez más.
¿Comer oro? La gente está tonta perdida. Eso de vivir por encima de nuestras posibilidades desgraciadamente es algo muy generalizado. Yo tengo una compañera que nunca come pescado en su casa porque dice que no se lo puede permitir. Eso sí, vacaciones a Punta Cana, extensiones de pelo y depilación láser. A ver si soy yo la de las prioridades raras, porque no lo entenderé en la vida.
ResponderEliminarEl comntario de Annie me resulta optimista. Si "estamos" gilipollas, a lo mejor podemos dejar de estarlo. Pero si "somos" gilipollas, lo somos sin remedio.
ResponderEliminarNo añado anécdotas de esto porque, como todos, conozco cientos. No es necesario.
Pero pensaba que habíamos aprendido la lección del gasto excesivo. Pues no: ni el sistema financiero aprendió la lección de lo que provocó, y ya están con lo mismo (total, al final pagamos los demás las pérdidas), ni la gente aprendió en sus carnes. ¿Que no se pueden permitir una segunda residencia? Vale de momento, pero ¿por qué no vamos a permitirnos un poquito de oro?
Eso sí, el petit rumano tiene coche nuevo.
Es que no pierdo la esperanza. Aunque cada vez cuesta más.
ResponderEliminarDoctora, es que somos los raros. Siempre cuando llegan las vacaciones vienen cartas y anuncios de que pagues a crédito tus vacaciones. Parece que es que irte a Punta Cana 15 días es un derecho. Así vamos. Como dice NáN, anécdotas así hay cientas.
ResponderEliminarVuelvo a decir que el que quiebre, que quiebre y punto. Pasa lo mismo con el paro. Es un seguro que han pagado trabajando anteriormente y me parece estupendo, tampoco tengo ningún derecho a pedirles que intenten trabajar lo antes posible. También creo que conté el caso de mi hermana y su marido que se fueron de vacaciones a Laos y Vietnam y en los pueblos perdidos de la selva cuando decían que eran españoles los del pueblo les decían ah, cobrando el paro!
Joooooder con el Abramovich. Seis personas y se meten 5 botellas de vino y dos de Champán MAGNUM... Qué aguante tienen estos rusos.
ResponderEliminarYo decaigo ante una Hendricks o un Martin Miller, me los prometiste. No cumplir la palabra dada es decadentes...
Pues nada, habla con la que manda y cuando quieras te los preparo.
ResponderEliminarEl año pasado en E.C.Inglés la ensalada de bolsa que más se vendió tal día como mañana fue una que venía con pan de oro.
ResponderEliminarY la cajera del súper me ha contado que a su hija de cuatro añitos recién cumplidos papá noel le ha traido la Wii, el patinete de Patito feo, la autocaravana de Barbie y no sé que más, que miedo le daba dónde iba a meter todo lo que le trajeran los reyes....eso con un sueldo de 800 haciendo horas extras todos los días, lo flipo.
Si es que al final esto es como matrix. Nos tejen una realidad paralela en la que nos inducen a unos gastos y a unas necesidades totalmente artificiales. Yo flipo con lo que me cuenta la secretaria de mi trabajo que, supongo, debe ganar menos que yo, aunque ya lo dudo...
ResponderEliminarFeliz año, de buenos gestos y razonables gastos.
ResponderEliminarFeliz año para ti y los tuyos, NáN, incluso con algún gasto no muy razonable, que no todo va a ser sensatez!!
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