Entre copas... por Madrid
Aviso a navegantes: si creéis que este post va a ser igual de impreciso que el primer Entre copas estáis en lo cierto. Creo que no voy a ser capaz de poner ni un solo nombre.
Los avezados lectores de este blog, si han hecho cálculos, habrán deducido ya que esta florecilla llegó a Madrid medidados los noventa a unos tiernos dieciocho años.
También creo que conté en la prehistoria del blog que hacer amigos al principio aunque fue difícil, ellos andaban ocupados con novatadas y otros asuntos colegiales, pero no imposible. Es más, creo que ya el primer viernes nos juntamos unos pocos y salimos por ahí.
De aquellos primeros años recuerdo que íbamos a bares y antros varios por Moncloa, no me hagáis precisar más que ya os avisé. Y supongo que enseguida escubrimos Cats. A mí nunca me gustó pero supongo que era donde había que ir porque allí te encontrabas con 'todo el mundo'. Qué por qué no me gustaba, no sé, supongo que demasiado pijo para mí. Aunque también me temo que cualquiera que me vea pensará que de qué me quejo si soy una de ellos (¿verdad Gonzalo, o sea?). En fin, que no me gustaba e intentaba no ir pero al parecer no había, ejem, muchas más opciones.
Es curioso, no es que saliera yo muchísimo (siempre he sido un poco coñazo yo) pero salir salía y sin embargo no recuerdo dónde íbamos aparte de eso. Recuerdo también un bar en los bajos de Moncloa al que nos llevó alguna vez uno que resultó ser un impresentable de marca mayor. Era un bar de heviorros cuya principal característica es que te ponían pipas con el mini de cerveza y el suelo del local estaba cubierto de cáscaras. Si tenía nombre no lo sé, lo que sí sé es que para todo el mundo es 'El pipas'. Hace poco salió casualmente en una conversación en la oficina y uno de los que me oía no daba crédito a mi oscuro pasado. Al parecer debe de ser de los únicos de estos bares que sobreviven. Los heavies son tipos fieles.
Luego se puso de moda el botellón en un parque en particular. Pufff, qué pereza me ha dado siempre el botellón. ¡Yo tenía un piso de soltera con un salón enorme! ¿Por qué nadie quería hacer el botellón en mi casa? Pues nada, no había manera. Intemperie para empezar la noche y, peor, intemperie para acabarla. Porque las del colegio mayor si se quedaban más allá de las dos no podían volver al colegio hasta las siete. Y tampoco querían venir a dormir a mi casa. Empiezo a sospechar que mi casa olía mal o algo.
Casi al final de la carrera vinieron las cañas que empezaban en el Blasco, iban subiendo por Argüelles (La Fragua, Riaño...) y acabábamos en algún bar de copas. Por allí o por donde fuera. Por entonces íbamos bastante a uno que había en la calle Ruiz, ya no existe, donde tenían rones muy buenos. Todavía era de ron. Esa fue una gran época. En la que también descubrí el sitio que más me gustaba, y al que menos fui. Que era El Sol. Sí, ese El Sol, la sala de conciertos de la movida donde pinchaban una música espectacular. Cómo me lo pasaba bailando allí. Además mi amiga P conseguía que no nos cobraran la entrada. P es mucha P.
Y aquí lo dejo que me alargo. Voy a tener que hacer más 'Entre copas... por Madrid' porque me he dejado mis grandes borracheras y las etapas más divertidas: los primeros años con ND y otra más reciente de grandes descubrimientos gintoístas y gastronómicos. Seguiremos informando.
Los avezados lectores de este blog, si han hecho cálculos, habrán deducido ya que esta florecilla llegó a Madrid medidados los noventa a unos tiernos dieciocho años.
También creo que conté en la prehistoria del blog que hacer amigos al principio aunque fue difícil, ellos andaban ocupados con novatadas y otros asuntos colegiales, pero no imposible. Es más, creo que ya el primer viernes nos juntamos unos pocos y salimos por ahí.
De aquellos primeros años recuerdo que íbamos a bares y antros varios por Moncloa, no me hagáis precisar más que ya os avisé. Y supongo que enseguida escubrimos Cats. A mí nunca me gustó pero supongo que era donde había que ir porque allí te encontrabas con 'todo el mundo'. Qué por qué no me gustaba, no sé, supongo que demasiado pijo para mí. Aunque también me temo que cualquiera que me vea pensará que de qué me quejo si soy una de ellos (¿verdad Gonzalo, o sea?). En fin, que no me gustaba e intentaba no ir pero al parecer no había, ejem, muchas más opciones.
Es curioso, no es que saliera yo muchísimo (siempre he sido un poco coñazo yo) pero salir salía y sin embargo no recuerdo dónde íbamos aparte de eso. Recuerdo también un bar en los bajos de Moncloa al que nos llevó alguna vez uno que resultó ser un impresentable de marca mayor. Era un bar de heviorros cuya principal característica es que te ponían pipas con el mini de cerveza y el suelo del local estaba cubierto de cáscaras. Si tenía nombre no lo sé, lo que sí sé es que para todo el mundo es 'El pipas'. Hace poco salió casualmente en una conversación en la oficina y uno de los que me oía no daba crédito a mi oscuro pasado. Al parecer debe de ser de los únicos de estos bares que sobreviven. Los heavies son tipos fieles.
Luego se puso de moda el botellón en un parque en particular. Pufff, qué pereza me ha dado siempre el botellón. ¡Yo tenía un piso de soltera con un salón enorme! ¿Por qué nadie quería hacer el botellón en mi casa? Pues nada, no había manera. Intemperie para empezar la noche y, peor, intemperie para acabarla. Porque las del colegio mayor si se quedaban más allá de las dos no podían volver al colegio hasta las siete. Y tampoco querían venir a dormir a mi casa. Empiezo a sospechar que mi casa olía mal o algo.
Casi al final de la carrera vinieron las cañas que empezaban en el Blasco, iban subiendo por Argüelles (La Fragua, Riaño...) y acabábamos en algún bar de copas. Por allí o por donde fuera. Por entonces íbamos bastante a uno que había en la calle Ruiz, ya no existe, donde tenían rones muy buenos. Todavía era de ron. Esa fue una gran época. En la que también descubrí el sitio que más me gustaba, y al que menos fui. Que era El Sol. Sí, ese El Sol, la sala de conciertos de la movida donde pinchaban una música espectacular. Cómo me lo pasaba bailando allí. Además mi amiga P conseguía que no nos cobraran la entrada. P es mucha P.
Y aquí lo dejo que me alargo. Voy a tener que hacer más 'Entre copas... por Madrid' porque me he dejado mis grandes borracheras y las etapas más divertidas: los primeros años con ND y otra más reciente de grandes descubrimientos gintoístas y gastronómicos. Seguiremos informando.
Pues te diré que en el botellón hay de todo. Por ejemplo, por mediados de mayo o junio y en el parque del oeste pues se estaba estupendamente tumbado y bebiendo. En invierno es otra cosa...
ResponderEliminarLeyendo entradas como ésta me siento mayor, muy mayor ;-)
ResponderEliminarY yo esccribiéndolas Pater
ResponderEliminarAl ron hemos de volver, y si no al tiempo. Me parto imaginando heavies con calaveras y cueros comiendo pipas como posesos y tu metro ochenta emergiendo entre todos ellos.
ResponderEliminarY no sé de qué te quejas, has nombrado al menos cinco locales. No está mal para una persona mayor
Eh! que yo he ido allí, uno ha sido heavy de larga melena, pantalones elásticos, botas PUMA y chupa imitando al cuero. Pero no soy fiel, salvo en lo musical, claro está, larga vida al rock :)
ResponderEliminarAy, que ya vamos siendo viejunos, unos más que otras :)
¡¡Yo he estado en ese bar de las pipas cuando era un poco heavy!! El nombre era... Joder, se me ha olvidado
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